Historias de Tokio:Vivir sin lavadora

Hoy hablando con unas amigas , no sé cómo la conversación llegó a tema lavadoras…!vale! ¡ya me acuerdo!…hablando de que no tenían azotea ni tendedero, por lo que tenían que hacer uso de la secadora y que la factura de la luz alcanzaba precios astronómicos. Me quedé pensando y dije que lo malo de verdad era no tener lavadora. Me miraron extrañadas, y comencé a contarles otra de mis tantas experiencias en Tokio.
Vivir sin lavadora
Cuando llegué a Japón con todas las ilusiones del mundo más una maleta de 60 kilos por la que tuve que pagar un pastón por exceso de equipaje, me encontré con mi nuevo hogar: 15 metros cuadrados en los que, por imposible que parezca, había de todo…bueno de todo, menos lavadora y nevera. Un baño estilo oriental, una cocina de juguete y el gran lujo: un pequeño armario de esos desmontables que sería para mí. Llegué en marzo por lo que el tema nevera, al no hacer tanto calor, pudo esperar. Como bien dijo Jin, ¿para qué quería una, si tenía mi gran nevera a solo unos metros? Un Combini (tienda veintcuatro horas) en la que podías encontrar de todo, desde unos espaguetis recién hechos , a unos tornillos, entradas para el cine, calcetines, poder enviar paquetes a España, pagar facturas y si no tenías dinero, podías pagar con el bono del tren. Tanta era mi ilusión estrenando país, que todo me parecía maravilloso. Que no había nevera, ¡genial! Que no tenía lavadora, ¡genial! Que para ir al baño había que ponerse en cuclillas, ¡genial! Que las ventanas no cerraban y que hacía un frío del carajo, ¡genial! Que todos los días la casa temblaba varias veces tras terremoto y terremoto, ¡genial!
xMe acostumbré rápidamente a todo. Bueno, la comida me costó un poco más. Por primera vez en mi vida engordé dos o tres kilos, algo natural si comía todos los días en Mcdonald´s.
Pero llegaron los meses de calor y la verdad es que la ausencia de nevera empezó a notarse. El agua se calentaba a la velocidad del rayo. Los yogures había que comérselos sí o sí. Cuando llegaba al Combini muerta de hambre, me lo compraba todo, como suele pasar, y al llegar a casa y empezar a comer, el hambre ya se había calmado pero los yogures, había que comérselos. Así que comenzó la lucha sin cuartel: ¡quiero una nevera! Me daba todo tipo de excusas: ¿para qué? ¿si no sabemos cuánto tiempo vamos a quedarnos? (yo me había ido para un año y ya llevaba casi dos) ¿dónde la meteríamos si no había sitio? (yo ya tenía el lugar perfecto para una pequeñita) y para qué , y , bla, bla, bla…Al siguiente fin de semana estábamos en la tienda de segunda mano comprando una mini-nevera que costó 8.000 yenes ( 15.000 pesetas) lo mismo que nos costaría tirarla un año después.
Continuará…

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