Cansada de tanta confusión con respecto al tema de los apegos, me propongo aclarar y desmitificar ciertas afirmaciones que no tienen base científica y que conciernen al apego o el desapego en su defecto.
La primera idea que verteré en este documento procedente de la teoría del apego, es que el apego es sano. Dicha teoría se basa en el principio genético de la intimidad en las relaciones. Es decir, que el apego es una necesidad que se inscribe en nuestro código genético. No se trata de un capricho ni de una cuestión educacional o cultural. Según numerosos trabajos, el apego es algo que concierne al ser humano. Como nos lo recuerdan el neurólogo y psiquiatra Amir Levine y la psicóloga Rachel Hellen su libro Maneras de amar, “Estamos hechos para depender de una figura significativa”.
El psicoanalista inglés John Bowlby fue pionero en este tema del apego, y entre otras tesis, plantea que la selección natural favorece a las personas que crean vínculos de apego. Es más, que los individuos que confían solo en sí mismos y que carecen de personas significativas, evolutivamente hablando tenían mayores probabilidades de acabar siendo presas. Y vice-versa.
La necesidad de vincularse es tan importante que el cerebro posee un mecanismo biológico específico para este fin y se llama sistema de apego. Que son todo un conjunto de conductas y emociones que garantizan seguridad y protección, tanto y en cuanto permanezcamos junto a las personas queridas. Así pues, el apego forma parte de nuestra condición humana.
Uno de los principios básicos de la teoría del apego es que las personas somos dependientes en tanto en cuanto sus necesidades no son satisfechas. Y, por el contrario, cuando éstas son atendidas, es entonces cuando el ser humano puede desviar el foco de su atención hacia otros menesteres. Lo que se denomina la “paradoja de la dependencia”, que es: “cuanto más eficiente es la dependencia mutua de dos personas, más independientes y audaces se vuelven éstas”. En otras palabras, la dependencia, lejos de ser patológica, es sana. Pero vivimos inmersos en una cultura en donde se desdeña, ridiculiza, menosprecia y patologiza las necesidades básicas de intimidad, proximidad y dependencia por una obsesiva independencia y un obstinado desapego que genera muchísimo malestar porque en realidad es del orden de lo inhumano. Bowlby fue quien observó que los infantes, aún teniendo las necesidades nutricionales cubiertas, si carecían de figuras de apego, no se desarrollaban con normalidad, padeciendo retrasos físicos, intelectuales, emocionales y sociales. El psicoanalista René Spitz bautizó como “síndrome de hospitalismo” la depresión anaclítica propia de infantes en hospitales que, a pesar de recibir una atención dietética e higiénica, caían en un estado de aletargamiento, estupor y apatía pudiendo llegar hasta morir por privación de la afectividad materna.
La verdad biológica nos indica que la vinculación afectiva conforma una unidad que trasciende lo individual y subjetivo, que incluso puede ayudar a regular la presión sanguínea, el pulso, la respiración y los niveles hormonales en sangre, entre otras variables. En este sentido, “la dependencia es un hecho; no una opción o preferencia”.
La teoría del apego nos ayuda igualmente a comprender fenómenos como las rupturas amorosas, la infidelidad, entre otros, así como reacciones de protesta o activación del sistema de apego como la ansiedad de separación que tantos problemas psicológicos suelen generar. Porque, el apego infantil sienta las bases de lo que será el apego en la persona adulta. La necesidad de apego no es exclusiva de la infancia, sino que como Bowlby sostuvo “el apego constituye parte integrante de la conducta humana a lo largo de toda la vida”. Hay investigaciones centradas en los mecanismos por los cuales las relaciones íntimas y las redes sociales[1] amplias regulan nuestras reacciones emocionales. La cercanía física beneficia biológicamente al ser humano. La necesidad de compartir la vida con personas especiales y figuras de apego está grabada en los genes y nada tiene que ver con el amor propio o la autorealización. Una vez que mantenemos relaciones íntimas con personas, ya hay dependencia. Siempre la hay. Es una condición sine qua non. Paradójicamente, si queremos personas sanas, fuertes emocional y psicológicamente, debemos cultivar la dependencia, los vínculos y formas seguras de apego. Seremos más independientes cuanto mayor seguridad nos otorguen unas buenas y sanas relaciones de dependencia. La psicóloga estadounidense Mary Ainsworth nos recuerda que necesitamos una buena base de seguridad, esto es, un sentimiento de tranquilidad infundido por el sabernos respaldadas[2] por alguien confiable en caso de necesidad. La falta de una base segura de apego genera dificultades diversas como el desapego, la ansiedad, la depresión, una falta de sentido, el sentimiento de vacuidad…
Ahora bien, no todas las personas tienen la misma necesidad de intimidad ni la misma manera de vincularse. La manera de apegarse puede variar en una misma persona según los diferentes vínculos que establezca. Hay muchos factores que pueden influir en ello. Pero en lo que en general coincide la mayor parte de personas dedicadas a la investigación en estos dominios es la existencia de tres estilos de apego que condicionarán las relaciones afectivas: el estilo seguro, el ansioso y el evitante. En líneas generales, las personas con estilo de apego seguro se sienten a gusto en situaciones íntimas, siendo en general cálidas y cariñosas. Las personas con estilo de apego ansioso, anhelan la intimidad y tienden a obsesionarse con las relaciones y están en alerta ante cualquier señal que ponga en duda la correspondencia en el amor. Las personas con estilo de apego evitante, suelen ver la intimidad en términos de pérdida de la autonomía e independencia y por ello se esfuerzan en evitar el acercamiento. Cada estilo de apego tiene una forma diferente de concebir la intimidad, los conflictos, las relaciones sexuales, la comunicación y las expectativas, entre otras variables.
Cuando las necesidades básicas de apego no son atendidas, se experimenta una sensación crónica de inquietud, así como un estado de alerta que nos altera. Tener relaciones con personas incapaces de ofrecer una base segura de apego, reduce el bienestar emocional además de perjudicar la salud física y psíquica. Por ello en general, conviene relacionarse con personas con un estilo de apego similar. Los estilos ansioso y seguro combinan bastante bien, ya que las personas seguras proporcionan una base segura de apego que apacigua el estilo ansioso. En terapia de pareja es frecuente encontrar personas con estilos de apego incompatibles como el ansioso-evitante. En personas con estos estilos, la conflictividad relacional con la consecuente separación está garantizada.
[1] Este término no se refiere al mundo digital sino a la red física de apoyo social
[2] Las personas
El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.
En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.