Hace unos días, comenzaba a leer una entrevista que realizaban al escritor Yuval Noah Harari en El País. El motivo de la entrevista era el lanzamiento de “Sapiens” en cómic. A la primera pregunta del periodista casi dejo de leer. “¿Un profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, doctorado en Oxford, en formato cómic?”. El escritor sale airoso de la pregunta aunque se le podrían haber dicho muchas cosas respecto al cómic, a la novela gráfica o al manga. También, sobre el ejercicio tan comprometido que es documentarse antes de hablar de algo que, sin duda, con esa pregunta, deja claro que desconoce. Pero no venía a hablar de eso. Hablaré de ello en otro post. Hablaré de este noveno arte aunque puede que la introducción me sirva.
Algo parecido a lo que ocurre con el cómic, que durante muchos años ha sido considerado como un subproducto cultural, le ocurre a las series televisivas. Escritores-lectores que niegan leer cómic o novela gráfica y ver series. Cinéfilos que niegan ver series. Y no saben lo que se pierden.
La casta de los Metabarones, El Incal, Maus, Watchmen, V de Vendetta, Tintín, Akira, Persépolis, Habibi, Sin City, Adolf, 300, Arrugas, La casa…son solo una mínima parte de los cómics que habitan en mi biblioteca. Series: Twin Peaks, 24, The Twilight Zone, Juego de tronos, True detective, Mad Men , The Crown, Perdidos, V, Yo Claudio, El puente…solo una muestra de mi televisión. Y las más recientes, La maldición de Bly Manor, que me encantó, y Gambito de Dama, que también me encantó.
Y hasta aquí quería llegar: Gambito de dama. Una miniserie disponible en Netflix y que me recomendó mi hija. Aunque pueda parecer que el protagonista es el ajedrez, que sin duda al terminar el cuarto capítulo ya tienes ganas de ir corriendo a coger un tablero y jugar (por lo menos fue lo que hicimos mi hija y yo), creo que para Scott Frank cocreador y director, el ajedrez le sirve como medio para contarnos el camino de crecimiento personal de la verdadera protagonista, Beth Harmon, cuya vida transcurre, al igual que en una partida de ajedrez, en un mundo de 64 casillas, con piezas en lucha constante por sobrevivir. Por no ser devorada por la soledad que muchas veces acompaña al genio pero que, en este caso, también acompaña a una niña huérfana, adicta a los drogas y al alcohol. Un personaje complejo que no se entendería sin los personajes secundarios: peones, torres, alfiles…
Una serie para disfrutar, escenografía, vestuario (especialmente el de Harmon, pura simbología para un espectador avezado), banda sonora…
Como dijo Thomas Huxley y así se recoge en la serie: “El tablero de ajedrez es el mundo, las piezas son los fenómenos del universo, las reglas del juego son lo que llamamos las leyes de la Naturaleza. El jugador en el otro lado se nos oculta”. Juguemos.
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