No pude hacerme mayor tan rápido
Cuando tenía diez años, once, doce y veraneaba en casa de mis abuelos, había una mujer que me parecía guapísima, Silvia Tortosa. En el ascensor de casa de mis abuelos, desde el quinto hasta el bajo, tenía tiempo de quitarme una de las dos trabas que sujetaban mi pelo. Me peinaban con la raya al medio y era dificilísimo encontrar unas trabas que pudieran sujetarlo. Así como en mi pelo saltaban según hacían click, en el de mi hermana resbalaban sin ni siquiera abrirse. Una morena y una rubia, como nos cantaba mi abuelo. Una de pelo salvaje y otra de pelo sedoso. En el ascensor me quitaba la traba derecha y dejaba que el pelo cayese sobre mi ojo, medio tapándolo, como le caía a Silvia Tortosa.Me sentía guapísima, como ella. En el ascensor de casa de mis abuelos, desde el bajo hasta el quinto, me encontraba a veces con aquella niña-vecina con la que me advertían que no debía subir. Iba siempre con su madre y cuando me las encontraba en el ascensor, me daba vergüenza decir que no, y subía. La niña empezaba a darse cabezazos contra las paredes, a tirarse del pelo y a gritar. Continuar leyendo «No pude hacerme mayor tan rápido»