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Espejo retrovisor

Me había planteado vivir este confinamiento con la mayor tranquilidad posible. No me preocupa el teletrabajo, estoy acostumbrada a ello; vivo en un lugar estupendo sin necesidad de conciliar con criaturas pequeñas y en mi entorno no se han dado problemas de salud serios.

Por lo tanto, tengo todos los elementos para dar gracias a la vida y asumir este periodo aportando tranquilidad, serenidad, trabajo y confianza. Creo que estamos ante un inmenso desafío sanitario pero sobre todo, ante un reto que pone en jaque a todo el Planeta. Llevamos tiempo hablando del necesario cambio climático,  de la necesaria sostenibilidad, de un sistema cada vez más depredador, de las injustas relaciones norte-sur.

Y de buenas a primeras, empezando por el gigante chino, aparece un virus que pone al mundo en jaque; se esparce sin dejar rastro, y ataca a dos órganos vitales: pulmón y corazón. La única medida preventiva es también sencilla: agua, jabón, lejía. Toda una gama de productos que simplifican el pasillo de los productos de limpieza de cualquier supermercado.

Pero estando como estamos en un mundo globalizado los virus viajan, se reproducen y han llegado al corazón de Europa: Italia, España, Francia, Inglaterra, Bélgica. El viejo continente estable políticamente, maduro en sus instituciones económicas, ve sus cimientos tambalearse por algo tan importante para la ciudadanía como la salud, esa que como diría mi abuelo: no es paga con dinero, aunque tengamos que invertir mucho en ella.

La crisis ha llegado cogiendo a todo el mundo por sorpresa, aunque ahora hayan aparecido numerosos especialistas de todo tipo con capacidad para gestionar pandemias, entender de virus, prevenir situaciones catastróficas, etc.  Todo ello, bien magnificado  con los actuales altavoces en las redes sociales, opiniones de todo tipo jaleadas en la competición por los Likes.  Y me guardo la opinión sobre el papel de muchos medios de comunicación que bajo mi punto de vista tendrían que volver a las Facultades de Periodismo.

Sinceramente no me gustaría estar en la gestión de algunos de los focos importantes de esta crisis, sobre todo en todo el mundo sanitario (ese que hace años bramaba en las mareas blancas denunciando los recortes sanitarios) seguramente habrá tiempo de análisis, evaluaciones, responsabilidades. Ahora, de lo que se trata es de salir de esta situación lo antes pero sobre todo, lo mejor posible.

Y la salida a esta situación que afecta a toda Europa no puede hacerse país por país. Muchas veces, en las elecciones europeas  la participación en nuestro país ha sido muy baja.  Parece que Europa es una maría. Sin embargo, el viejo continente no puede permitirse el lujo de no actuar conjuntamente en esta situación porque el riesgo es sencillamente, su desaparición. Los movimientos antieuropeístas encontrarán en este fracaso el caldo de cultivo para volver a cuestionar esta unión, que muchas veces ha funcionado teniendo más en cuenta los criterios de rentabilidad económica, que los de las personas. Tarde reconocieron que fueron cicateros con Grecia, que estrangularon a las clases populares.  Y ya sabemos lo que pasó en España. El tiempo ha dado la razón a quienes pensaban que más que una crisis se trataba de una estafa.

Por eso, esta situación sobrevenida va a poner a prueba la capacidad que tenemos para reaccionar conjuntamente ante el alarido que hace el planeta, cuyos recursos se explotan como si no hubiese un mañana, permitiendo amasar fortunas en algunas partes del mundo mientras otras, curiosamente menos atacadas por el virus, sufren la explotación,  abandono y miseria.

Salir de esta situación supondrá cargas infinitas de generosidad, esa generosidad multiplicada en cientos de acciones estos días;  capacidad de análisis para hacer propuestas dirigidas a las mayorías; altura de miras de la clase gobernante para buscar el bien común;  memoria para no olvidar a tanta gente sufriente; espejos para mirarnos más y criticarnos menos.

Este es un aviso muy muy serio que nos ha dado nuestro planeta. Podemos hacerle caso y cambiar el ritmo o no. Si lo hacemos quizás en junio podamos aprobar el primer examen sino, es posible que incluso haya otro septiembre. Lo que no es seguro es que tengamos muchas más convocatorias. La historia ha dado ya muestras de civilizaciones que, llegando muy lejos, no han sido capaces de sostenerse por la soberbia de los seres humanos.  Tenemos información más que suficiente para darle una vuelta a la situación, sino el Planeta que es pura energía se transformará y será otro. Solamente que seremos los seres humanos quienes sufriremos las consecuencias.

Creo que se lo debemos a tanta gente que se está yendo sin poder ser despedida, a tanto sufrimiento vivido en los últimos años con incendios, tormentas devastadoras, tsunamis.

Quiero creer que el número de personas buenas, generosas, inteligentes y  constructivas es mayor que las que no lo son.

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Bofetada del relator de la ONU

 

Esta semana Philp Alston, el relator contra la extrema pobreza de la ONU, ha concluido los trabajos sobre el terreno que lo trajeron hasta nuestro país y su informe ha sonado como si nos hubiese dado una «buena cachetá», como  dirían en mi pueblo.

Tras doce días en los que ha estado visitando diferentes provincias del Estado y que ha completado con entrevistas realizadas con organizaciones que trabajan con las personas más vulnerables, ha hecho público un documento que no nos ha dejado precisamente bien parado.

«España se debe mirar al espejo», fue una de las primeras frases de su rueda de prensa en Madrid, en la que situó al país «a la cola» de Europa en redistribución de la riqueza. «Hay un porcentaje demasiado alto de personas que viven en la pobreza», manifestó. Un porcentaje, el de la exclusión social, que en diez años ha crecido seis puntos, mientras que las clases más altas se han enriquecido un 25% y pagan la mitad de impuestos. «Han gobernado para los más ricos», concluyó.

Manifiesta el australiano que «España es la quinta economía más grande de Europa y, sin embargo, tiene unos niveles de pobreza sorprendentemente altos. Esto plantea verdaderas preguntas sobre quién se ha beneficiado del reciente crecimiento y quién se ha quedado atrás»

Dice que ha visto situaciones que no tienen nada que envidiar a algunos campamentos de refugiados, sobre todo, en los campos de cultivo de la fresa en Huelva, donde esos extranjeros, que según algunos líderes políticos, vienen a quitar el trabajo a los del país. Personas hacinadas, sin agua, luz, viviendo en condiciones infrahumanas, seguramente sin contrato, para proveer un sector que saca, por otra parte  millones de euros en beneficios.

Alston no ha dudado en afirmar que España es «un país quebrado» en el que se ha gobernado para los ricos sin tener en cuenta a las personas más vulnerables.  Y entre ellas destaca a la etnia gitana, las mujeres, los menores no acompañados, las personas migrantes.

Quienes trabajamos con estas realidades agradecemos este informe relatado por un experto externo, que mira con objetividad lo que está pasando y nos devuelve una imagen poco halagadora pero no por ello irreal. Solamente conociendo la realidad, con toda su crudeza, es posible realizar políticas que puedan acabar con esta enorme injusticia.

Capítulo aparte merece el capítulo de la vivienda y los alquileres que seguramente será uno de los temas a debatir seriamente, con el permiso de los intereses privados y especuladores.

El relator manifiesta la esperanza en que el nuevo gobierno genere políticas que ayuden a acabar con estas desigualdades y en esa misma confianza nos movemos quienes «nos miramos en el espejo» de esta dura realidad.

https://youtu.be/w9Hc-Bi-iE4

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EL Pin de la Naturaleza

A menudo he manifestado que me gusta la tranquilidad del Mar Mediterráneo. Lo veo nada más levantarme y me despido cada noche lanzándole mensajes a sus olas. Esa serenidad que contrasta con la impetuosidad del atlántico que me vio nacer, se ha roto estos días.

Hoy he podido salir a ver cómo habían quedado las playas del Perellonet y el Perelló, después de la tormenta vivida desde el sábado por la noche. Tres días en los que el viento soplaba como si no hubiera un mañana y su ruido se fundía con el rugir del Mediterráneo encabronado.  Parecía el enorme lamento de un Planeta que cada vez manda más señales de que no está nada contento de cómo lo tratamos, que se atraganta con nuestro consumo y vomita sencillamente…de todo.

Cuando salía de mi portal, convertido en una pequeña duna y me acerqué a esa playa que tanto sabe de mi, me encontré un enorme cachivache. Por las informaciones que había visto en la prensa, se trataba de una piscifactoría que había deambulado por estos lares, hasta llegar a la playa del Perellonet. En su recorrido ha dejado una gran cantidad de peces en la arena, las aceras, los portales y entre las piedras del espigón. No, no se trataba de un cacharro pequeño, sino de grandes dimensiones, y según uno de los operarios que miraba por dónde empezar ante tamaño desaguisado, venía de Vinaroz, es decir no precisamente al lado, sino que el tranquilo mediterráneo lo zarandeó bastante.

Pero no fue el único. Al pasar hasta la playa del Perelló, mientras ya los más valientes seguían sus clases de surf, otro gran cacharro se había instalado también en la esquina de la playa, como para no molestar a quienes querían volver a la normalidad.

¿Normalidad? Nada mas pasar los primeros edificios de la Avenida que termina en el barrio de Les Palmeres, esos cuatro kilómetros 100 que me hago cada tarde que puedo estar en el Mediterráneo, tuve que detenerme, porque una valla mostraba la caída de todo ese trozo del paseo. Quise avanzar por la parte de atrás en la búsqueda de otra salida a la avenida y más de lo mismo, todo destrozado.

                 

¡Qué tristeza! Aquí, en Alicante, en el Delta del Ebro, en Gerona, en los Alcázares, ahora en Málaga…y acabo de leer que debemos acostumbrarnos a que esto pueda pasar a menudo.

La pregunta que me hago estos días es: ¿con todo lo que sabemos, seremos capaces de hacer frente a esta situación tan devastadora? ¿contempla la emergencia climática recién declarada por este gobierno esta necesidad de prever dónde y cómo construimos?  ¿o seguimos negando con nuestro comportamiento el cambio climático?

Creo que si es necesario hacer algo más que contemplar con asombro, estupor y tristeza lo que nos ofrecen las imágenes de las tragedias naturales.  Este es el PIN que realmente necesitamos: educarnos en la libertad, el cuidado, la diversidad de las personas en este planeta que ruge y manifiesta su disconformidad