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EL Pin de la Naturaleza

A menudo he manifestado que me gusta la tranquilidad del Mar Mediterráneo. Lo veo nada más levantarme y me despido cada noche lanzándole mensajes a sus olas. Esa serenidad que contrasta con la impetuosidad del atlántico que me vio nacer, se ha roto estos días.

Hoy he podido salir a ver cómo habían quedado las playas del Perellonet y el Perelló, después de la tormenta vivida desde el sábado por la noche. Tres días en los que el viento soplaba como si no hubiera un mañana y su ruido se fundía con el rugir del Mediterráneo encabronado.  Parecía el enorme lamento de un Planeta que cada vez manda más señales de que no está nada contento de cómo lo tratamos, que se atraganta con nuestro consumo y vomita sencillamente…de todo.

Cuando salía de mi portal, convertido en una pequeña duna y me acerqué a esa playa que tanto sabe de mi, me encontré un enorme cachivache. Por las informaciones que había visto en la prensa, se trataba de una piscifactoría que había deambulado por estos lares, hasta llegar a la playa del Perellonet. En su recorrido ha dejado una gran cantidad de peces en la arena, las aceras, los portales y entre las piedras del espigón. No, no se trataba de un cacharro pequeño, sino de grandes dimensiones, y según uno de los operarios que miraba por dónde empezar ante tamaño desaguisado, venía de Vinaroz, es decir no precisamente al lado, sino que el tranquilo mediterráneo lo zarandeó bastante.

Pero no fue el único. Al pasar hasta la playa del Perelló, mientras ya los más valientes seguían sus clases de surf, otro gran cacharro se había instalado también en la esquina de la playa, como para no molestar a quienes querían volver a la normalidad.

¿Normalidad? Nada mas pasar los primeros edificios de la Avenida que termina en el barrio de Les Palmeres, esos cuatro kilómetros 100 que me hago cada tarde que puedo estar en el Mediterráneo, tuve que detenerme, porque una valla mostraba la caída de todo ese trozo del paseo. Quise avanzar por la parte de atrás en la búsqueda de otra salida a la avenida y más de lo mismo, todo destrozado.

                 

¡Qué tristeza! Aquí, en Alicante, en el Delta del Ebro, en Gerona, en los Alcázares, ahora en Málaga…y acabo de leer que debemos acostumbrarnos a que esto pueda pasar a menudo.

La pregunta que me hago estos días es: ¿con todo lo que sabemos, seremos capaces de hacer frente a esta situación tan devastadora? ¿contempla la emergencia climática recién declarada por este gobierno esta necesidad de prever dónde y cómo construimos?  ¿o seguimos negando con nuestro comportamiento el cambio climático?

Creo que si es necesario hacer algo más que contemplar con asombro, estupor y tristeza lo que nos ofrecen las imágenes de las tragedias naturales.  Este es el PIN que realmente necesitamos: educarnos en la libertad, el cuidado, la diversidad de las personas en este planeta que ruge y manifiesta su disconformidad

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