A ver quien es el guapi o la guapi, que al nombrar a Susana, no le viene a la cabeza la famosa canción de Susanita tiene un ratón. Pues en este caso no se trata de un ratón lo que gestiona Susana, sino una empresa de inserción que se encuentra ubicada en el Área Empresarial de Getafe en la Comunidad de Madrid. Su nombre: ALAVAR
El fin de semana pasado el equipo de trabajo fue a la fuente del proyecto. Atravesando la ancha Castilla, llegamos a Salamanca y Zamora. Allí es donde hace muchos años una mujer, Bonifacia tuvo una potente intuición: que el trabajo con amor era la mejor manera de hacer frente a la exclusión que vivían mujeres empobrecidas. Ella era empresaria y sabía de qué hablaba. Cordonera era la profesión con la que figura en los listados de empadronamiento de su ciudad natal, Salamanca.
Las intuiciones de las mujeres adelantadas en su tiempo no siempre encuentran gente dispuesta a seguirla en ese momento, más bien todo lo contrario, son objeto de críticas y denuncias. Sin embargo, ya sea por causalidad, providencia, gracia o justicia, el tiempo va poniendo a cada una en su sitio y ahora la Boni tiene su lugar altamente reconocido en la historia. Y sobre todo, intuyo que es lo que más le gustaría, en el corazón de la gente más vulnerable. Estas personas encuentran en la empresa de inserción ALAVAR, promovida por las Siervas de San José, el milagro de encontrar un trabajo digno, como dice Antonio. A sus cincuenta y dos años, producto de la crisis-estafa que hemos vivido hace poco, había perdido toda esperanza de volver al mercado laboral. En estos momentos está feliz y es uno de los trabajadores responsable del reparto, la cara de la empresa.
Junto a Antonio, una histórica Pepi. Ella llegó hace quince años, solamente ella y Maite, la super trabajadora social acompañante, saben en qué estado y en qué circunstancias. Hoy, eso es un recuerdo y ya no solamente forma parte de la plantilla fija sino que es la encargada del turno de mañana, la que para irse tranquila el fin de semana dejó preparada hasta la faena del jueves, la que sigue emocionándose cuando recuerda los primeros pasos en la calle de Los Olivos, la que ha conseguido convertirse en un pilar fundamental de la empresa.
Pero como si de una película se tratara al grupo se ha incorporado Fátima y Reza, una pareja compuesta por una afgana y un iraní. Tuvieron que salir del país con dos niños pequeños, huyendo de los talibanes, saben lo que es recorrer las montañas, llegar a Europa dando tumbos, dormir en la calle, buscarse la vida como buenamente podían hasta que llegaron a ALAVAR. Hoy también, pasado el periodo de tránsito en la empresa de inserción, forman parte de la plantilla fija y son responsables de los turnos de tarde y fines de semana. Han podido cumplir el sueño de comprar un piso, que sus hijos vayan al cole, tener un coche e incluso poder ir de vacaciones este verano.
El equipo cuenta también con Saúl, el graduado social, amante de la historia que completa con Susana el equipo responsable de este proyecto. Pero tras todo este equipo también están Mariaje, Justy, Esther, Poche, Sonia, Adela, María Burrueza, Manuela, Mariví, Maribel, Ángel y un listado inmenso de gente.
Porque lo que hemos podido compartir este fin de semana es que este proyecto, ALAVAR es la niña de los ojos para las Siervas de San José. Sienten que es la continuidad del Taller de la Boni y que la vida de todas ellas está llena de gentiles que hacen que las proyectos sigan adelante dificultades incluidas.
Junto a la gran cantidad de información compartida y la contemplación, tanto del gótico como del románico, de estas dos ciudades nos llevamos el sentimiento de pertenencia, la necesidad de seguir haciendo esta magnífica colada a la que tanta energía ha dedicado Susana. Solamente quien ha trabajado en estos proyectos sabe lo que es desriñonarse, dedicar muchas, muchas horas, gestionar frustraciones, modelar equipos, hacer frente a la facturación, desenmascarar cantos de sirenas pero también es verdad que nos permite conocer y disfrutar de la capacidad que tenemos de colaborar mutuamente, apoyarnos en los malos momentos, sacar adelante actividades, proyectos, ferias, de crear lazos profundos de ayuda mutua, confianza y de solidaridad.
Esa es mi parte, soy una adscrita a este proyecto con el que siempre he disfrutado mucho, una voluntaria entusiasmada con la gente que realmente apuesta por este industria cristiana. Además ahora colaborando desde la Red Social Koopera para estudiar nuevas posibilidades de crecimiento. Está claro que esa nave de mil metros cúbicos tiene muchas posibilidades y seguiremos haciendo para que el corazón de la Boni siga latiendo con la alegría de cada nuevo contrato realizado, de cada inserción consolidada, de cada conquista realizada.
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