El día después

Mi abuelo decía que los años tenían que servir para demostrar el conocimiento que una tenía. No se refería a los títulos universitarios, que no conocía, aunque todo el mundo lo llamara «maestro Eusebio». Mi amigo Octavio me comentaba entre risas que había estado más tiempo cobrando la pensión que lo que cotizó.  Y, sí, fue uno de los hombres que se partió el lomo currando y pudo disfrutar de una merecida jubilación. Espero que mi otro amigo Octavio Granado arregle el asunto para poder cobrarla yo.

Pero lo del conocimiento venía porque, aunque hace muchos días que no entro en mi blog porque las mudanzas dan mucha faena, no quería hacerlo bajo la calentura que comparto con mi tierra, sino desde la tranquilidad que se le supone a quien ya va entrando en años y por lo tanto, en experiencia.

Hace unos días, compartía en el Lobby de Mujeres Progresistas que no le rindo la ganancia a quienes van a tener que gestionar la tragedia ecológica y emocional que está viviendo mi isla de Gran Canaria. Habrá que enfriar la tierra, los montes, los pinos pero también la cabeza y el corazón para que tanto dolor, tanta rabia no dispare otra cosa que no tenga nada que ver con la tragedia que estamos viviendo.

Culpable del incendio es solo una persona: aquella que el sábado por la tarde, en el barranco de los pajaritos prendió una mecha que ha provocado este desaguisado. Me encantaría saber que fue algo fortuito, que ninguna mano humana está detrás de esta catástrofe. He intentado empatizar, entender estos días lo que siente una persona pirómana, cómo puede considerar que esta tragedia sea un éxito y no, no soy capaz de entenderlo.

Si algo podemos celebrar estos días es que a pesar de las llamas que corrían y corren sin control por esos bosques, no haya habido ninguna desgracia personal, ni de quienes han tenido que ser desalojados de sus casas, ni de esas personas que mono y manguera en mano o mandos de aeronaves hacen frente al fuego. Era lo que trasladaban una y otra vez los representantes políticos.  Y es, sin duda uno de los consuelos ante la tragedia. El otro bálsamo es la solidaridad manifiesta de la gente para acoger, acompañar.

Todavía cuando no podemos echar las campanas al vuelo, porque las llamas siguen queriéndonos y las temperaturas volverán a subir, empiezan a salir expertos en todas y cada una de las materias hidrográficas, naturales, medioambientales, políticas, etc. También hay quienes al olor de la sardina piden dimisiones. Ahora, empiezan a salir vómitos por doquier que habrá que saber gestionar.  Y gestionar no es venir a hacerse fotos, multiplicar declaraciones, hacerse ver.

Estamos ante un duelo, un inmenso duelo que convendría tratar como se elaboran los duelos: despacio,  en silencio, compartiendo con quienes están cerca, acompañando, buscando a la gente que realmente sabe que puede hacernos bien, reflexionando, buscando fórmulas para salir de el con serenidad pero con firmeza, apoyándonos en quienes saben, llorando, cantando, localizando dónde están realmente las causas del dolor, sanando.

Esta mañana he tenido dos momentos que me han permitido vivir ese duelo, que cayeran las lágrimas sin control: una, con la Parranda de Teror, despidiendo a la gente de Valleseco, nuestros vecinos y vecinas que habían estado acogida en el municipio.

Y otra la reflexión de Eugenio Reyes Naranjo, un biólogo que ha trabajado en el Jardín Canario, que nos conoce, que sabe de lo que habla. Comparto su decálogo cien por cien; su análisis de que esta partida la tenemos que jugar y ganar entre toda la ciudadanía y su convencimiento de que esta vez será la lluvia SOLIDARIA quien apague este fuego. Hoy más que nunca creo en la solidaridad como base para recuperar nuestra tierra y no en la confrontación, la crítica fácil, «los sabiondillos o sabiondillas» que podemos ser desde nuestras casas o delante de los ordenadores.

Copio y pego lo que dice Eugenio porque escribe lo que pienso y siento y le agradezco ese esfuerzo rápido de síntesis.

Con intención de alejarme de la CAZA DE BRUJAS, O DEL ADEMAGOGIA que solo busca cabezas culpables, quisiera aportar algunas reflexiones en formato de Decálogo, asumiendo las restricciones que impone dicho formato, intentando aproximarnos a las causas estructurales, aún pendiente de mejor elaboración y sistematización.

Decálogo para entender los incendios en Canarias
Esta vez será la lluvia SOLIDARIA quien apague el fuego.
1.-El coste de la ignorancia
Los incendios los están provocando “PERSONAS”, no son producidos por un rayo o algún evento natural… Nuestro 1ºmer problema objetivo, no lo tenemos con los árboles o las plantas lo tenemos con la PERSONAS. ¿Cuántos nos cuesta la ignorancia, ¿cuánto estamos dispuestos a pagar para erradicar la ignorancia?
2.- El abandono del campo y sus gentes
Los últimos incendios se nacen y se crecen en núcleos rurales, fincas abandonadas o semi abandonadas. Como pueblo, como civilización Insular estamos perdiendo el campo, ya hace tiempo que se abandonó a su suerte el sector primario, dejando de ser un vector económico y una fuente de riqueza social y cultural en Canarias. Necesitamos estómagos que apaguen fuego de los campos, con una estrategia de soberanía alimentaria. Hoy comer queso de “juncalillo” o papas de Valleseco, las almendras del país y su “bienmesabe” o reivindicar una cesta de la compra con productos de la tierra canaria, desde el potaje solidario en cada hogar hasta los productos que comerciemos con igualdad de oportunidades con otros pueblos, sin duda, será una forma de evitar los incendios.
3.- El canto de la rana y las especies invasoras
Los barranquillos han perdido sus últimos charcos, ya casi ni se oye el canto de nuestras ranas endémicas, los cañaverales se han convertido en secarrales, ya la hoja temprana de la caña solo es carrizo, antorcha, que prende y hace llama. Cuenta un dicho popular que cuando dejé de oír el canto de la rana, levántate temprano coge pico y pala, cava una zanja pues el fuego te quemará la casa y la cama. La caña común junto con otras tantas especies invasoras son mechas que dan continuidad térmica a los agroincendios.
4.- El campo que se deshidrata. Recuperación de los acuíferos.
Llevamos 500 años desangrando los acuíferos de nuestras cumbres, miles de pozos y galerías se llevan el agua para (economía) de la costa. Sorprende que Canarias siga siendo el único lugar de la Unión Europea donde agua sigue siendo un bien privado. Los matorrales, verde paisaje en invierno no enraízan ni maduran ni evolucionan a ecosistemas estables porque los acuíferos están sobreexplotados. A esto se suma el entubamiento de los barrancos , se resecan los barreras verdes con sus charcones de fondo de cauce como cortafuegos naturales, se convierten ahora en la principal mecha incendiaria. Los Viejos Pinos endémicos canarios que hunde sus raíces hasta encontrar agua ahora… “ya no pueden” y, solo beben agua en invierno, en verano, siendo de hoja perenne, casi se secan, miles de hojarascas se caen como mecanismo de supervivencia. Con niveles altos en los acuíferos en nuestros campos, la resistencia su resiliencia de sus árboles antes las olas de calor son bien distintas y el número de hojarasca se reduce de forma drástica. Más que recoger pinocha hay que intentar que se produzca lo menos posible, eso se hace restaurando la deuda hídrica que durante siglos le hemos robado al campo. En los próximos años el agua de las depuradoras que vierten gratis al mar deberían corren libres por los barrancos desde una cota superior a mil quinientos metros en Gran Canaria.
5.- La pérdida de cubierta edafológica. Cada vez Canarias pierde más suelo, suelo fértil, donde la vida se deja de ser un proyecto posible.
La tasa de erosión es brutal en todo el Archipiélago Canario, del paraíso en biodiversidad caminamos a gran velocidad para convertirnos en acantilados y páramos desérticos.
6.- Marco normativo con el falso mito de conservación como reservorio para futuros negocios, imponiendo restricciones arbitrarias y sin sentido que bloquean y condenan al empobrecimiento de las poblaciones locales, haciendo inviable cualquier estrategia de empoderamiento y desarrollo endógeno sostenible. Necesitamos un marco de convivencia normativo que proteja y tolere la memoria histórica colectiva del buen vivir, con cultura de paz y tolerancia con las personas, la tierra y resto de seres vivos, que fomente nuestra empatía por todas las formas vivas que nos acompañan. La cabra puede ser nuestro bombero que evita incendio con su pastoreo, nuestras mascotas detectores tempranos del humo, nuestras hierbas medicinales quien nos sane el cuerpo y la mente.
7.-La emergencia climática como estrategia
Los incendios agroforestales se alientan y se crecen con eventos climáticos extremos que cada vez serán más frecuentes y más intensos. Del factor CLIMAC/R30 (30% de humedad relativa/temperaturas de 30º y vientos de más de 30 km por hora), hemos pasado, en los últimos años, no solo ha aumentado su frecuencia sino también de su intensidad, cada vez nos aproximamos a un factor CLIMAC/40.
Los protocolos, los marcos legislativos preventivos, la cultura, la educación y el conjunto la actividad económica no solo han de mitigar las causas sino que tendrán que adaptarse a escenarios climáticos extremos y que han venido para quedarse.
8.-Violación y muerte del imaginario colectivo, donde “lo rural” se extingue. Nuestros atributos publicitarios son el sol, cuanto más sol, mejor, la persecución encubierta a la identidad colectiva sobre nuestra patrimonio inmaterial golpean con rotundidad sobre la autoestima colectiva como pueblo y como cultura. La escuela, fuente básica de la reproducción cultural identitaria, con altísimas tasas de fracaso escolar, segrega con fuerza cualquier arrebato de búsqueda de contenidos curriculares propios. Necesitamos un agro curricular como parte imprescindible en nuestro “ modo vivendis”,para amar y sobrevivir aquí y ahora.
9.-La persecución y invisibilización de la mujer rural y su cultura como fuente generosa y altruista de los cuidados básicos de la tierra y sus ecosistemas así como espacios sociales colectivos de convivencia, forzando a la doble explotación como camareras de piso y trabajo doméstico, privándoles del derecho a los tiempos y los espacios vitales propios donde puedan compartir sus saberes y sus amores con la tierra, sus hijos y con sus seres queridos.
10.- Modelo de monocultivo, al servicio de los grandes mercados internacionales. Ante un Océano de incertidumbre, a Canarias y los canarios se le impone un Archipiélago de certezas que nos condena a un modelo de sobreexplotación de los recursos, con altas tasas de densidad de población y aprovechamiento extremo del territorio.
Ante todo ello, necesitamos reencontrarnos como pueblo con nuestro territorio como espacio sagrado, como cuerpo común de convivencia y tolerancia compartida..

Está claro que en esta situación todas las personas como consumidoras, propietarias de tierras, responsables políticos tenemos un enorme reto: salir del duelo construyendo una isla más sostenible.

 

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