El mito de la natividad digital. Nefastas consecuencias

 

No se sabe bien cómo ni por qué, y quizás mejor no ahondar en ello, pero lo cierto es que frecuentemente la “opinión pública” o “mediática” difiere del conocimiento científico al punto de contradecirlo. Es el caso de “lo digital”, esto es el consumo (abuso) recreativo de todo aquello que tenga pantalla: teléfonos móviles, tabletas, televisión… El número de horas invertidas en ello es astronómico, como dice el neurocientífico francés Michel Desmurget (2018). Una hora mínimo, en infantes de menos de dos años. Tres horas diarias de media en infantes desde los dos hasta los ocho años. Cinco horas en infantes entre ocho y doce años y más de siete horas, entre trece y dieciocho años. Y lejos de alarmar a profesionales de la salud y de las ciencias sociales, y de la población en general, parece el símbolo de todo un logro tecnológico y un progreso.

No se sabe de dónde se ha extraído la idea de que ser nativa[1] digital hace que el cerebro esté más desarrollado, al menos para lo digital; que se sepa más y mejor. La realidad, es que una de las consecuencias cerebrales de este abuso, de esta adicción, es la modificación del cerebro de estas personas llamadas nativas digitales, y no necesariamente a mejor. Por supuesto, afecta, modificando igualmente al cerebro de las personas adultas solo que el de las más jóvenes es más plástico y en consecuencia más frágil y vulnerable. En definitiva, el entusiasmo general de esta adicción a lo digital está en disonancia con la realidad reflejada por numerosos estudios científicos prestigiosos tal y como los refiere el neurocientífico anteriormente mencionado Michel Desmurget en su libro La fábrica de cretinos digitales. Al contrario, ciertas investigaciones sacan a la luz, de este (ab)uso recreativo de pantallas, una lista de influencias nefastas y dañinas tanto en la infancia como en la adolescencia, particularmente. Quizás en parte, de ello deriven los numerosos trastornos de salud mental en esta franja de edad en los últimos años.

Todos los pilares del desarrollo se ven afectados tanto cognitivo, como psicológico, afectivo-emocional y físico. Hablamos de déficit de atención, de problemas de memoria y de concentración, de dificultades de pensamiento (razonamiento), de trastornos lingüísticos, de aislamiento social, de ansiedad, de agresividad, de depresión, de obesidad, de sedentarismo… que por supuesto, afectan al rendimiento académico. A este respecto, parece haberse demostrado que las prácticas digitales -de moda- en las clases con fines educativos no son particularmente beneficiosas (Desmurget, 2018). Las famosas evaluaciones internacionales PISA dan fe de ello: “los resultados son, cuanto menos, inquietantes”. Andreas Schleicher, padre fundador de este programa de clasificación, en una conferencia, admitió él mismo que “al final lo digital degrada las cosas”. No son divagaciones de estos dos autores, sino que cada vez es mayor el número de personas expertas a ver estas consecuencias y a limitar en su descendencia, el número de horas expuesta a lo digital. Algunas famosas como Steve Jobs y muchas técnicas y dirigentes intermedias, paradójicamente provenientes del medio digital, son tajantes e incluso radicales al respecto.

En la infancia y adolescencia, la realidad es que más del 90% del tiempo delante de pantallas es de tipo recreativo; no tiene que ver con la utilización académica. Se ha demostrado ampliamente que las personas en estas edades no desarrollan competencias especiales que puedan beneficiar por ser nativas digitales (Desmurget, 2018). Al contrario, están desarrollando toda una serie de patologías derivadas de los numerosos déficits que sí que están adquiriendo. El mayor desarrollo cerebral de las nativas digitales es un mito totalmente falso. No solo no han aumentado su capacidad informática, sino que se han visto seriamente comprometidas las capacidades intelectuales, entre otras la generalización de aprendizajes. Sobre todo, teniendo en cuenta la simplicidad de la mayor parte de aplicaciones que esta generación utiliza (Desmurget, 2018). Se observan muchas dificultades para procesar la información, dificultades que van ligadas al pensamiento, al razonamiento y al entendimiento. En otras palabras, la comprensión se ve seriamente dañada.

Hay que empezar a entender que el cerebro humano -que no es una máquina- necesita una serie de requisitos básicos para desarrollarse plena y sanamente y esos requisitos, lo dicen las neurociencias, tienen que ver con la interacción, con lo intersubjetivo, con el contacto (visual, táctil, auditivo…), con el lenguaje interactivo, con la comunidad, con la familia, con las amistades, con el juego, con la música, con las artes, con las manualidades, con la imaginación… El mundo digital derrumba la interacción física y lo que se deriva de ello. Por poner un ejemplo, nos cuenta este neurocientífico francés, en una hora de interacción humana puede haber un intercambio de unas 1000 palabras y en una hora de tele el “intercambio” puede consistir en 150. Está también el conocido y bien documentado “déficit vídeo” (Desmurget, 2018). Lo que un infante va a aprender y a retener fácilmente en el contexto de una interacción con un humano, por ejemplo, los colores, con los programas educativos a pesar de escucharlos unas cuantas veces, costará retenerlos. Habrá que repetir los programas una decena de veces para que se graven en la memoria, que, por cierto, tiene un componente afectivo-emocional de sobra probado científicamente.

El exceso de estimulación sensorial digital genera muchos trastornos relacionados con la atención, la concentración, de memoria, de aprendizaje… Se necesita limitar el exceso de estimulación sensorial para no colapsar el cerebro. Déficits reportados por logopedas y ortofonistas, entre otras profesionales. Otra de las secuelas ligadas al aprendizaje es la impulsividad: la dificultad para autorregular el comportamiento.

El cerebro necesita calma y tranquilidad. Necesita dormir y las pantallas dificultan seriamente esta actividad, no solo en cuanto a la cantidad, sino en cuanto a la calidad. Hay estudios interesantes sobre cómo interfiere -perjudicando- el sueño en la memoria tras la utilización digital (juegos y videos) al acabar los deberes y las tareas escolares. Está comprobado en este sentido que la capacidad retentiva se ve mermada con este tipo de prácticas, tan generalizadas (Desmurget, 2018).

Hablamos también de una pérdida a nivel de la capacidad pulmonar debido a la falta de ejercicio físico que se debiera hacer. Y también se han hallado alteraciones del sistema cardiovascular. La actividad física es fundamental por el desarrollo de la actividad cerebral.

Y qué decir del lenguaje, del empobrecimiento no solo del vocabulario, sino de las consecuencias sobre la facultad de pensar y razonar, es decir, la merma en estas facultades cuyas repercusiones ya se hacen sentir en las relaciones, en la comunicación y en la psique. Hablamos igualmente del éxito escolar y laboral futuro además de la capacidad de adaptación al mundo, procesos que se ven comprometidos por el abuso digital. Está todo relacionado y concatenado. El ser humano no está compartimentado en compartimentos estancos, ni es una máquina.

No dejaremos de mencionar la importante correlación hallada entre digitalización y falta de empatía, individualización, aislamiento social, fobia social… entre otras variables.

Todos estos elementos y muchos más son las terribles consecuencias invisibles, las cuales, están saliendo a la luz gracias a numerosos estudios científicos sobre todo en el campo de las neurociencias, que, por extrañas razones, no llegan al grueso de la población ni son vehiculadas por los diferentes medios de comunicación.

Todos estos elementos y muchos más refleja algunas de las consecuencias aparentemente invisibles, las cuales, están saliendo a la luz gracias a numerosos estudios científicos sobre todo en el campo de las neurociencias, que, por extrañas razones, no llegan al grueso de la población ni son transmitidas por los diferentes medios de comunicación.

A tenor de los resultados de numerosos estudios, “lo digital” perjudica muy seriamente la salud. El (ab)uso de la tecnología lejos de humanizarnos, idiotiza tanto en sentido físico como emocional, psíquico y cognitivo. La digitalización está muy lejos de significar progreso. Muy al contrario, parece ser indicativo de pérdida de facultades humanas, consecuencia en su mayor parte del deterioro de las interacciones, que a su vez influye en el deterioro cognitivo y neuronal. El uso de la tecnología debiera en consecuencia ser limitado además de contextualizado.

 

 

 

[1] El femenino se utiliza porque hablamos en todo momento de personas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *



El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.

En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.