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Respeto, estamos de duelo

 

 

Estamos en España, es 27 de mayo del año 2020, empieza el luto  nacional establecido en este país    para recordar a las miles de  personas muertas en la  pandemia mundial  provocada por la Covid-19.

Todavía no sabemos exactamente el número de personas fallecidas y prosigue la suma interminable de muertes. Sin embargo, necesitamos dedicar un tiempo para honrar a toda esa gente que no ha sido capaz de salir con vida de los centros hospitalarios, de las residencias de mayores o de sus casas. Muchas de ellas, sin duda demasiadas, es personal sanitario cuyas muertes van a ser reconocidas como accidente de trabajo. ¡Qué menos! https://www.catalunyapress.es/texto-diario/mostrar/1969459/muertes-contagios-covid-19-sanitarios-seran-accidentes-laborales

Una gran parte de esas personas fallecidas es gente mayor. Como dice mi madre: parece que a ese bicho le gusta mucho la gente anciana. Y sin duda, ha sido un triste final para generaciones enteras que han luchado tanto por construir este país.

Recuerdo que  la anterior crisis del año 2008 me cogió siendo presidenta de la Federación de Empresas de Inserción (Faedei) a nivel estatal y la red europea, Ensie. En numerosas reuniones que teníamos en Bruselas, Francia, Rumanía, salía a relucir la profunda crisis económica y social que padecíamos en España. Junto a Grecia nos convertíamos en uno de los países a estudiar al tiempo que generábamos una cierta simpatía.  Me preguntaban cómo era posible que en España, con los niveles de paro existentes en aquel momento, con las cifras que dieron lugar al rescate bancario, no se hubiese dado una revolución.

Yo explicaba que para mi había dos razones claras que lo evitaron.  Una de ellas era el trabajo que mucha gente realizaba en la economía sumergida, un clásico en nuestro país desde siempre que en épocas de crisis se consolida de manera natural. En aquel momento, en el año 2019, la Confederación Intersectorial de Autónomos del Estado Español cifró este fenómeno  en un 22%https://cincodias.elpais.com/cincodias/2019/12/19/autonomos/1576788692_476592.html

Y la segunda razón  fue el aporte de las familias, los abuelos y las abuelas fundamentalmente, que con sus ahorros y pensiones mantuvieron a familias completas, llenaron las neveras, cuidaron a la descendencia hasta el infinito y más allá.

Muchas fueron las campañas que se hicieron para visibilizar esta realidad, que puso de nuevo en valor la enorme  generosidad de estas generaciones, que se quedaban sin comer para que nada faltara a su descendencia. Mientras se rescataban bancos con el dinero de toda la ciudadanía y los paraísos fiscales florecían, las personas mayores sostenían la economía familiar sin que  nunca se calculara el impacto económico ni tampoco emocional de esta generosidad.https://www.youtube.com/watch?v=p0npDeDGJao

Ahora esos dos pilares que sostuvieron el país en la anterior crisis han sido los más vapuleados: la gente mayor, que en residencias u hospitales, se veían atacadas sin piedad por el virus sin que la entrega del personal sanitario pudiera hacer nada. Abuelos y abuelas cuyos cuerpos y/o cenizas iban con el único acompañamiento al cementerio de dos o tres personas, sin posibilidad de compartir el dolor con sus seres más queridos, en una soledad infinita que hemos querido curar a base de aplausos y canciones compartidas. Pero ahí está el sentimiento escondido y agazapado de quienes mezclan dolor, tristeza, rabia y miedo. Por eso, es importante elaborar el duelo, acompañar las mil emociones encontradas y que el ruido de las cacerolas o los insultos entre la clase política no rompa este respeto que les debemos. Y sobre todo, seguir cuidándonos porque se lo debemos a quienes nos han cuidado, y siguen haciéndolo.https://www.msn.com/es-es/noticias/espana/muerte-soledad-y-despedidas-ante-el-coronavirus/ar-BB11JHHy

Y por otro lado, el pilar de la economía sumergida.  Imposible su mantenimiento y desarrollo en una crisis sanitaria que basa su estrategia  de confrontación en el confinamiento, en quedarse en casa. No son estas personas las que poseen los pisos con más metros cuadrados, casas con jardín o medios tecnológicos punta. Son  ellas las que han tenido que hacer largas colas, eso si respetando la distancia física, delante de las ONG y las asociaciones de vecinos para poder llevar la comida a casa.  Son personas que nunca se habían visto en una situación parecida, es decir pidiendo, solicitando ayuda para mantener a su familia; en definitiva sostener la vida.https://aavvmadrid.org/noticias/dinamiza-tu-cuarentena-redes-vecinales-de-apoyo-ante-el-covid-19/

La solidaridad está siendo uno de los pilares que se ha desarrollado en esta pandemia sanitaria.  Mientras se articula el ingreso mínimo vital o se cobran las prestaciones por los ERES, la ciudadanía asume el cuidado de su gente. Curiosamente, en esta ocasión quienes se manifiestan con cacerolas  no tienen problemas para llenarlas y se pasean por el centro de las ciudades en coches de lujo. Mientras tanto, organizaciones como Cáritas o la Cruz Roja, despliegan operativos diarios para asistir a la gente que se ve en extrema vulnerabilidad. A su vez, las asociaciones de vecinos se han visto desbordadas ante la gravedad de la situación. Son las canalizadoras de la solidaridad, reciben de quienes mejor están para socorrer a quienes menos tienen. Expresiones conocidas como: da más quien menos tiene empiezan a recobrar nuevo sentido. Pero es evidente que esta solidaridad pone de manifiesto la inexistencia de servicios públicos preparados para hacer frente a una situación de emergencia. Si alguna lección debemos sacar de esta pandemia es que no se puede recortar en servicios básicos porque la solidaridad es una actitud que pone de manifiesto la grandeza humana pero la dignidad es un derecho constitucional. Y si la ley es igual para todo el mundo, todas las personas tendríamos que tener las necesidades básicas cubiertas y no tener que hacer colas de horas para poder comer. https://www.telecinco.es/informativos/economia/aluche-colas-recoger-comida-virales_18_2944995146.html