Esta semana Philp Alston, el relator contra la extrema pobreza de la ONU, ha concluido los trabajos sobre el terreno que lo trajeron hasta nuestro país y su informe ha sonado como si nos hubiese dado una «buena cachetá», como dirían en mi pueblo.
Tras doce días en los que ha estado visitando diferentes provincias del Estado y que ha completado con entrevistas realizadas con organizaciones que trabajan con las personas más vulnerables, ha hecho público un documento que no nos ha dejado precisamente bien parado.
«España se debe mirar al espejo», fue una de las primeras frases de su rueda de prensa en Madrid, en la que situó al país «a la cola» de Europa en redistribución de la riqueza. «Hay un porcentaje demasiado alto de personas que viven en la pobreza», manifestó. Un porcentaje, el de la exclusión social, que en diez años ha crecido seis puntos, mientras que las clases más altas se han enriquecido un 25% y pagan la mitad de impuestos. «Han gobernado para los más ricos», concluyó.
Manifiesta el australiano que «España es la quinta economía más grande de Europa y, sin embargo, tiene unos niveles de pobreza sorprendentemente altos. Esto plantea verdaderas preguntas sobre quién se ha beneficiado del reciente crecimiento y quién se ha quedado atrás»
Dice que ha visto situaciones que no tienen nada que envidiar a algunos campamentos de refugiados, sobre todo, en los campos de cultivo de la fresa en Huelva, donde esos extranjeros, que según algunos líderes políticos, vienen a quitar el trabajo a los del país. Personas hacinadas, sin agua, luz, viviendo en condiciones infrahumanas, seguramente sin contrato, para proveer un sector que saca, por otra parte millones de euros en beneficios.
Alston no ha dudado en afirmar que España es «un país quebrado» en el que se ha gobernado para los ricos sin tener en cuenta a las personas más vulnerables. Y entre ellas destaca a la etnia gitana, las mujeres, los menores no acompañados, las personas migrantes.
Quienes trabajamos con estas realidades agradecemos este informe relatado por un experto externo, que mira con objetividad lo que está pasando y nos devuelve una imagen poco halagadora pero no por ello irreal. Solamente conociendo la realidad, con toda su crudeza, es posible realizar políticas que puedan acabar con esta enorme injusticia.
Capítulo aparte merece el capítulo de la vivienda y los alquileres que seguramente será uno de los temas a debatir seriamente, con el permiso de los intereses privados y especuladores.
El relator manifiesta la esperanza en que el nuevo gobierno genere políticas que ayuden a acabar con estas desigualdades y en esa misma confianza nos movemos quienes «nos miramos en el espejo» de esta dura realidad.
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