La noticia saltaba hace unos días sin convertirse en titular: un hombre muere después de que lo tiraran en la puerta de un centro de salud en Murcia. Era un nicaragüense, Eleazar Benjamín Blandón, que trabajaba 11 horas en el campo, a cuarenta grados y sin agua. Es uno de esos inmigrantes que vienen a quitarnos el trabajo a los españoles y que se cuentan por miles en las tareas del campo.
Desconozco si el dueño, capataz, encargado o negrero que lo tiró delante del centro de salud tenía las muñecas llenas de banderitas españolas; si es una de esas personas que se les llena la boca de España, España, España. A mi este hecho me produce un enorme cabreo, me hierve la sangre y siento una profunda vergüenza de que este tipo de comportamientos se produzcan en un país, el mío que ha vivido procesos migratorios toda la vida.
Me pongo en la piel de la familia de este nicaragüense y pienso en mi padre que emigró al Sáhara, mi tío que lo hizo a Alemania, mis vecinos que se fueron a Venezuela, mi hijo David y mi hija Esther, las nuevas generaciones que se han ido a Francia. Y como yo seguro que hay miles de personas. ¿Qué es lo que nos hace diferentes? ¿Nos gustaría que nos tratara así? Aunque solamente fuera por el más puro y elemental egoísmo, por la ley de la causa efecto: ¿no tendríamos que cuidar a la gente que trabaja para que podamos comer?
En esta xenofobia que se va instalando, gracias a quienes no van a trabajar al campo, a quienes viven generalmente del sudor de toda esta gente y no les importa intoxicar sin escrúpulos, se nos olvida que en este mundo globalizado todo está interconectado. No podemos pretender tener los mejores medios tecnológicos (ordenador, móviles, todo tipo de aparatos electrónicos) construidos con el coltán. Este mineral es arrancado de la tierra por los niños y las niñas congoleses, sin que se cuenten sus muertes porque yacen sepultados mientras arañan ese preciado metal para que la industria tecnológica se siga desarrollando. ¿Es que el paraíso que vendemos dícese los países civilizados solamente es para unos pocos? ¿No tienen derecho, los propietarios de las materias primas, a un poco de bienestar? ¿No les podemos darles ni agua? ¿No somos capaces de proporcionarles el cuidado elemental cuando vienen a realizar los trabajos que la gente de nuestro país no queremos hacer?
Esta semana he compartido, con algunos compañeros y compañeras de la Planta de Recuperación en Riba-roja que tiene la Red Social Koopera, la alegría de un premio que nos concedió la Fundación Cepaim por tener incorporada la diversidad en nuestras empresas. Y lo definíamos con una palabra: EXITO. La posibilidad de que personas de distintas culturas, religiones, orientación sexual, puedan compartir el trabajo en buenas condiciones es la mejor manera de construir una sociedad que ya no puede ser sino intercultural: el mundo no tiene fronteras, se han roto, las hemos roto. Y esto no puede ser en una sola dirección, no debe darse solamente cuando vamos a coger lo que nos interesa en otros países porque somos más emprendedores con el objetivo de apropiarnos, sino que es necesario compartirlo. Tendremos que aprender a organizarnos, a establecer criterios que garanticen la convivencia, a establecer economías más justas y sostenibles, donde los seres humanos seamos capaces de desarrollar nuestras capacidades y vivir en paz. Lo demás, la confrontación, el odio, la xenofobia y el racismo son las herramientas que utilizan algunos para seguir con sus privilegios: unos pocos que tienen mucho y muchos que tienen muy poco.
Debemos desactivar el racismo y la xenofobia como expresa la Fundación Cepaim, esa debe ser una tarea urgente a la que tenemos que hacer frente quienes nos consideramos gente de buena voluntad.
PD. La foto de Eleazar la ha cedido su hermana.
¡Ay, Nicaragüa, nicaragüita!
No queremos ayudar a los que son de países más necesitados pero pedimos ayudas a los que nos superan. Tenemos que cambiar el chip. Muy buen artículo.
Gracias por tu comentario.
Debemos cambiar el chip si, y ayudar a que más gente lo vaya cambiando.
Seguimos «recorriendo» la vida
Saludos