La persona es lo primero

 

Mi amigo Manolo Copé, un magnífico cantautor alicantino, compuso una canción que se titula: la persona es lo primero. La hemos cantado en muchos y diversos eventos. Antes del apagón cultural, que la gente de la cultura    realizó la semana pasada, también sonaba en las redes sociales, durante  todos esos conciertos organizados por numerosos artistas para hacernos más suave, alegre y creativa esta cuarentena.

Hoy en medio del lamentable espectáculo que nos ha ofrecido la clase política, se ha hecho pública la noticia de que mañana, el gobierno presentará el acuerdo tomado por el ejecutivo para proporcionar un ingreso mínimo vital. Esto supone un alivio para las personas que en estos momentos viven una situación realmente dramática por la pérdida de su trabajo. Muchas de ellas forman parte de esa ingente cantidad de trabajos precarios y también, en esas otras tareas de cuidados personas mayores, limpieza, trabajos en el campo en condiciones irregulares. Esas, mucho me temo, seguirán acudiendo a las entidades sociales, que como Cáritas están haciendo frente a la situación a través de la donación de comida, ropa, medicamento, etc.

Sigo pensando que esta situación de ingreso mínimo vital, renta mínima, renta básica o cómo se denomine en cada una de las Comunidades Autónomas,  debe servir para no dejar a nadie sin las necesidades básicas cubiertas, para afrontar esta situación de crisis brutal que ha paralizado una gran parte de la actividad económica. Es una prueba de un estado social y responsable con su gente. A esta llamada de cuidar a las personas más vulnerables se ha sumado, en una carta dirigida el domingo a los movimientos, populares el Papa Francisco,  nada sospechoso por cierto, de ser bolivariano o comunista, calificativos utilizados últimamente para cuestionar algunas medidas.

En su mensaje reconoció la dedicación de mucha gente en el mundo que integra los movimientos populares que defienden a las personas más vulnerables. Manifiesta que si la lucha contra el COVID-19 es una guerra, estas personas son un verdadero ejercito invisible en las más peligrosas de las trincheras.

En una de ellas está mi amigo León, que vive en el Sud Kivu en la República Democrática del Congo. En un mensaje que acaba de enviarme, a trozos porque las conexiones son las que son, me dice que una población que vive el día a día está expuesta a las penurias, al hambre porque el confinamiento los coge sin provisiones, con nuevos brotes de malaria y otras muchas  enfermedades ya desarrolladas, en una de las zonas más ricas del mundo y también de las más explotadas. Debemos recordar que este país es uno de los exportadores más importante del coltán, necesario para toda las actividades tecnológicas.

Esos son los que Francisco denominó «los excluidos de los beneficios de la globalización» y que «no gozan de esos placeres superficiales que anestesian tantas conciencias» «los males que aquejan a todos a ellos los golpean doblemente»

Son muchas las personas que huyendo de esas situaciones se han venido a nuestro país, esos emigrantes que hay quienes criminalizan pero que son quienes están al frente de las tareas más complicadas, muchas de ellas las esenciales declaradas por el BOE o que hacen frente a la falta de mano de obra en los campos españoles. Las cosechas de la fresa o la fruta de hueso están en la cuerda floja porque esas personas no han podido hacer ese trabajo.

Son ellas también a las que probablemente tampoco les llegue el mínimo vital, y seguirán acudiendo a nuestras entidades sociales. Los equipos de Cáritas están desbordados ante la situación creada. Es el momento de resolver las necesidades urgentes pero debemos como dice el Papa: sacudir las conciencias dormidas y permitir una conversión humanista y ecológica que termine con la idolatría del dinero y ponga la dignidad y la vida en el centro.  Y esto allá y aquí, donde debemos pensar en  reconstruir un modelo económico más sostenible, cuidadoso con el entorno, capaz de integrar al mayor número de personas. Estaría bien que seamos capaces de ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, al tiempo que desarrollamos nuestras capacidades al servicio de la comunidad. Tener un trabajo digno es una tarea irrenunciable para quienes queremos una sociedad justa y equitativa pero mientras esa realidad no se de, todo el mundo debe tener las necesidades básicas cubiertas. Yo seguiré generando sueños realizables de Economía Social  y Solidaria

https://youtu.be/4-mxIdC3AKw

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