Mucho se ha escrito sobre el narcisismo y mucho se oye últimamente. Término que designa fundamentalmente lo que coloquialmente se conoce como vanidad o ego. Sinónimos comunes: orgullo, soberbia, arrogancia, engreimiento.
La vanidad refiere a lo vacuo (vacío), a lo hueco o a la falta de realidad. Esta cualidad permite a la persona sentirse superior, a costa en muchos casos de hacer sentir inferior a la otra persona. La vanidad podría definirse como una creencia excesiva sobre las habilidades propias o el potencial de atraer.
En la psicología este término entra en el siglo XIX aunque será con Freud en el siglo XX cuando realmente se profundiza sobre una serie de síntomas que definirán el trastorno narcisista de la personalidad.
No obstante este autor habló del narcisismo como una etapa evolutiva en la infancia totalmente sana. En otras palabras, el narcisismo sería un proceso necesario para el desarrollo psicológico del ser humano que daría al mismo una autoestima y autoconfianza suficientes como para poder desarrollar una subjetividad (identidad) sana y a su vez, una sana intersubjetividad. Solo cuando se quien soy, puedo relacionarme sin temer a dejar de ser yo en una relación.
El infante cuando nace, depende del contexto social. No tiene conciencia de sí ni del otro. El mundo existe para darle lo que necesita. El es el centro del universo.
La maduración del infante, su nacimiento psicológico, situado en torno a los 2 años, significará el reconocimiento de las otras personas como individuos separados de él. La etapa del no, resulta de vital importancia.
Tendrá que renunciar a su posición central y aceptar la frustración de no ser el único. El infante irá descubriendo progresivamente el sentido de sí mismo, lo que le dará una identidad de ser humano independiente y autónomo. Esta renuncia y consecuente gestión del frustración, constituirá una buena base y permitirá al sujeto establecer relaciones amorosas sanas en un futuro.
La superación del narcisismo como etapa se cimenta sobre la desidealización de las figuras de apego así como una mayor independencia del entorno allá por la adolescencia. Conforme vaya integrando las experiencias, el infante irá desarrollando una narrativa de sí, una identidad y un sentido de quien es.
Diferentes fallas a lo largo de la vida darán como resultado fallas narcisistas que quedarán reflejadas en la imposibilidad o dificultad para mantener relaciones sociales, amorosas, entre otras cosas porque más que amor, se desarrollará el odio y sus derivados.
Tanto el exceso de narcisismo como su defecto generarán múltiples dificultades que se manifestarán en dependencias varias. Dependencias basadas en un fuerte desequilibrio entre dar y recibir. En este sentido el amor narcisista será aquel que se caracterice o bien por dar, o bien por recibir. Es decir, que el amor narcisista estará centrado prácticamente o en las necesidades propias, o en las necesidades de las demás personas a expensas de las propias. En este último sentido, el libro “la enfermedad de complacer a los demás” refleja perfectamente bien esta falla narcisista que se concreta en la dificultad de decir no o decir si cuando es no, necesidad de conseguir la aprobación de las demás personas, miedo a los conflictos y a sentimientos como la rabia, la ira. Mecanismos de defensa como la formación reactiva que consiste en enmascarar una emoción y convertirla en su contraria. Así tenemos que una amabilidad excesiva hasta el punto de complacer, puede (y seguramente) oculta mucha rabia y resentimiento.
Ni que decir tiene que muchas parejas se forman de manera complementaria, de tal forma que una persona muy autocentrada “se enamorará” de una poco (o nada) autocentrada, es decir, que una persona que da en exceso tenderá a enamorarse de otra que querrá recibir en exceso sin dar mucho (o nada) a cambio. Serán relaciones amorosamente narcisistas en el sentido de que ninguna de ellas es capaz de pasar al otro polo. Será difícil que este amor madure para convertirse en un amor cooperativo basado en un mutuo dar y recibir. El equilibrio consiste en alternar. Y la mayor parte de parejas complementarias se enquistan en roles opuestos, generando muchos problemas y dificultades de comunicación.
Ambas partes, si quieren solventar sus dificultades, deberán madurar pero en sentido opuestos: la persona autocentrada deberá renunciar a su ego, a ser el centro de las necesidades de la pareja, familia o grupo; deberá aprender a empatizar, a tolerar la frustración y a hacer equipo, anteponiendo el bien común por encima de sus necesidades, en ciertos momentos. El aprendizaje de habilidades sociales pasará por habilidades de comunicación tales como la escucha activa. Es importante que aprendan a poner el acento en los cuidados. Dejar de proyectar sus conflictos internos en los demás; dejar de culpar a los demás, resulta fundamental. Ahora bien, dentro de este espectro narcisista, existen individuos que no cambiarán nunca, es decir, interapizables. Es el caso de la triada oscura, léase perversos narcisistas, psicópatas y maquiavélicos.
Por otro lado, las personas excesivamente dadas o entregadas, deberán aprender a centrarse en si mismas, en responder a sus propias necesidades, aprender a decir no y a mantenerlo, aprender a poner límites y a mantenerlos. Aprender a comunicar claramente lo que desean y necesitan. Aprender a hablar, en el sentido de comunicar. Aprender a aceptar que sentimientos tales como la rabia son sanos e incluso necesarios para una buena evolución. En definitiva, un sano egoísmo.
En cualquier caso, ambas personalidades necesitan madurar.
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