Psicología de la incertidumbre

Psicología en tiempos de incertidumbre

 

Con lo que nos está tocando vivir, en estos tiempos resultan fundamentales dos cuestiones: la inteligencia emocional, es decir, la gestión de las emociones, de tal manera que nos permitan despejar la mente para generar respuestas creativas y por otro lado el cambio, es decir, la actitud frente al cambio.

Aunque escuchamos y afirmamos que todo fluye y que el cambio es inevitable, en realidad no estamos educad@s sino para lo perenne, lo permanente. Resistimos al cambio, a evolucionar. Entendemos y recibimos el cambio como amenaza. Hablar de cambios es hablar no solo de duelos, de pérdidas, de desapego, de despedida, sino también de transformación, de ganancia, de desarrollo. Aceptar que los cambios forman parte de la vida es algo que se impone desde los acontecimientos que estamos viviendo. Ya Victor Frankl en su libro, el hombre en busca de sentido, decía que necesitábamos verdaderamente un cambio radical en nuestra actitud ante la vida. Para este autor vivir es responder a dilemas y problemas que se nos van planteando; ese es realmente el significado de responsabilidad: dar respuesta, responder.

Podemos hacer frente los cambios desde la resistencia, el ataque, la aceptación. Desde la depresión y la renuncia; desde la aceptación, viendo en ellos un nuevo sentido que nos permita evolucionar y desarrollarnos, seguramente en una dirección que no habíamos previsto. Intentamos controlar lo más posible sin darnos cuenta de que realmente salvo nosotr@s mism@s, poco podemos controlar. Una pregunta importante en momentos de cambio, puede ser ¿qué tenemos que aprender de todo esto? El nuevo aprendizaje casi seguro que nos hará desaprender otros muchos interiorizados; guiones que nos han permitido hacer frente a necesidades pero que quizás ya no nos sirvan.

En cuanto a la inteligencia emocional, quizás lo que cabe destacar es la habilidad para darnos cuenta, asimilar, comprender y regular nuestras emociones. Una de las primeras y fundamentales cosas a hacer es la expresión de los sentimientos. Existen medios baratos y efectivos como es escribir, cantar, pintar. Se trata de admitir que estamos experimentando ciertas emociones y sentimientos, nombrarlos y expresarlos. Ponerles nombre, resulta un paso previo fundamental. Habilitar un espacio y un tiempo diario para dedicar a la digestión emocional.

Por supuesto que el autoconocimiento resulta importante, pues este nos permite saber qué emociones despiertan en nosotros diversas reacciones y a partir de ahí, ver qué herramientas y recursos podemos poner en marcha para canalizar. Herramientas como la meditación y la visualización creativa son poderosas, además del ejercicio físico. La base: la respiración.

Es cierto que el miedo, puede bloquearnos porque muchas veces sale al exterior en forma de ansiedad, pánico o depresión. Pero también para ello, existe el recurso de la peor fantasía (Nardone). Dedicar todos los días media hora a pensar los peores miedos exacerbándolos, ha resultado ser una herramienta altamente útil para exorcizar miedos paralizantes.

Por supuesto que la comprensión ayuda mucho en estos momentos, pero para ello, debemos aprender a informarnos de manera realista de personas y profesionales fiables. De personas que han dedicado años al estudio de los temas en cuestión. Eso nos da una visión de conjunto que nos permite tomar mejores decisiones.

Pensar, como suelo decir a pacientes, solo para dos cosas: estudiar o planificar. Fuera de estas dos condiciones, pensar no es reflexionar sino rumiar. Es momento para actividades contemplativas y expresivas.

La referencia es la experiencia y esta nos dice que de todo se sale al igual que no hay mal que cien años dure. Siempre hay salidas. Otra cosa es que dichas salidas, nos saquen de nuestra zona de confort. Tomar iniciativas creativas, el humor, la expresión, la contemplación. Sobre todo liberar los pensamientos a los cuales les hacemos demasiado caso. Dicen que tenemos entre 40 y 60 mil pensamientos diarios. No podemos hacer caso a cada uno de ellos, entre otras cosas porque son construcciones mentales nada orientados a la resolución.

 

 

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