Elegir es renunciar

Un ser humano tiene que escoger, en esto reside su fuerza: en el poder de sus decisiones (Paulo Coelho)

Se habla mucho del proceso de toma de decisiones con sus consabidas etapas: definición y análisis del problema, evaluación y elección de alternativas, ejecución y evaluación de la decisión tomada. Se entiende y pone énfasis en el amplio estudio del problema a superar, para comprenderlo y encontrar una solución adecuada. ¿Porqué resulta tan vital? Parece ser uno de los procesos cognitivos más complejos al que debe enfrentarse el ser humano. Sin darnos cuenta, estamos a diario realizando una infinidad de elecciones no solo a nivel consciente sino inconsciente.Una de las especificidades de este arduo y no obstante cotidiano proceso es la renuncia. Es decir, que la toma de decisiones genera una o varias pérdidas que es conveniente trabajar.

En general la toma de decisiones se hace o bien en base a las emociones o por razonamiento. No olvidemos que la mayor parte de dilemas a los que el ser humano se enfrenta conllevan un carga emocional importante, pudiendo dicho proceso repercutir en la salud mental presente y futura.

Asumir que cada elección es también una renuncia, resulta ser una de las cuestiones más importantes que se trabajan en terapia. Esto es, la renuncia representa la otra cara de la decisión. Elijo una cosa de entre todas las demás posibilidades. Por lo tanto, debo hacer el duelo de todas las posibilidades dejadas. La cuestión está en asumir una cierta perdida, teniendo en cuenta que en ciertos casos no sabemos el resultado de lo escogido… apareciendo la incertidumbre. Así pues, las personas tomamos decisiones constantemente pero lo difícil parece asumir en el día a día esas renuncias. De ello se derivan muchos sentimientos y estados encontrados como la culpa, el arrepentimiento, pensamientos intrusivos, etc. Aparecen narrativas contrafactuales respondiendo a la pregunta qué hubiera pasado sí… Todo ello evita en general centrarse en el núcleo del problema: el duelo, la renuncia, la asunción de las consecuencias y finalmente la aceptación.

Otro gran asunto a tratar en terapia hace referencia a la responsabilidad de las consecuencias de las decisiones tomadas. El significado de responsabilidad evoca la capacidad para responder. Es decir una persona responsable es ante todo una persona que responde ( de sus actos), es decir no solo que toma decisiones, sino que asume las consecuencias de sus propias decisiones.

Al parecer, muchas personas que se presentan en terapia, a pesar de haber conscientemente tomado alguna decisión, con el transcurrir del tiempo, las consecuencias de dicha decisión y particularmente la renuncia que ello significó, empieza a pesar. Y cuando este peso se hace insostenible, explotan. Muy frecuentemente lo hacen culpando a otras personas sin asumir que en su día no aceptaron del todo renunciar a todas las otras opciones que estaban en la palestra. Muchas personas se arrepienten, quisieran volver atrás en el tiempo para deshacer lo hecho, para cambiar la elección realizada en su día. No podemos cambiar el pasado, por mucho que queramos.

Otro punto importante en la elaboración de este proceso es el tiempo. Con el paso del mismo, lo que elegimos en su momento se transforma e incluso cambia. Por ello, es importante aceptar: aceptar que en su día tomamos una decisión por alguna razón que igual hoy, en la actualidad, ya no es la misma. Estamos en constante evolución. El cambio es lo único estable. Enfocar el cambio como un arte que nos dicen Watzlawick y Nardone, consiste en cambiar la mirada, la perspectiva, reencuadrar.

En resumen, nos topamos de lleno con la (in)madurez del ser humano, con el conocimiento y la conciencia de los efectos del comportamiento en sí mism@ y las repercusiones en los demás.

Somos libres de elegir pero en alguna medida somos exclav@s de las decisiones tomadas.

No podemos tenerlo todo. El todo nos ha sido denegado. Siempre faltará algo, siempre perderemos algo en cualquier decisión. Lo importante es estar preparad@s para vivir responsablemente con las consecuencias de las decisiones tomadas o no. Y adquirir la madurez y responsabilidad suficientes para gestionar todo aquello que se derive.

 

 

 

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