Sueño y Miedo

 

Sueño, está sentado frente a mí, sonriendo a lo Bruce Willis, acomodado en su rojo y brillante charleston. Desde ahí, lanza una clara invitación con ese pícaro guiño de ojo tan característico, que simultanea con un ligero movimiento de cabeza, como esos de yoga que van desde el frente hacia uno de los hombros. Demanda mi compañía. Tiene esos gestos mientras sujeta un bol lleno de nachos con una mano y, con la otra, una cerveza IPA de esa marca que tanto me gusta. El atrezzo perfecto para acompañar la conversación que, desde tiempos inmemoriales, deseo tener con él. 

 

Sabe perfectamente qué quiero contarle, nada le es ajeno, es consciente de que llevo retrasando este momento desde no se sabe cuándo. Conoce lo insatisfecho que me siento, lo grisáceo de mis días pero, aún así, quiere atenderme. Sabe que las personas no queremos consejos, sólo sentir que nos escuchan, y que adornen algunas de nuestras conclusiones con diversos arqueos de cejas, o asentando nuestras afirmaciones empáticamente, quizás añadir un poquito de mayéutica, como tanto le gustaba a Sócrates hacer, pero poco más. Él sabe todo eso y más. Y justo cuando mis rodillas empiezan a abatirse para disfrutar de su audiencia, después de que me haya atrevido a dar el primer paso para compartir todo lo que llevo tiempo queriendo comunicarle, siento otra presencia en la habitación, pero con una energía totalmente opuesta a la de Sueño. Quizá, por presentimiento, o puede que por otra cosa que aún la ciencia desconoce, mi mirada se clava en una esquina del cuarto y queda ahí, suspendida, petrificada. El instinto me susurra que puede que venga de ahí el presagio, de ese lugar al que miro atentamente. Y justo en ese punto, las paredes se pliegan hacia adentro, dando paso a un vórtice proveniente de la nada más absoluta aunque, si algo hemos aprendido en todos estos años de existencia es que, toda nada, siempre trae un algo.

 

De su interior, provienen unos pasos acompasados, lejanos, distorsionados, que se afinan a medida que se acercan a mí, con un compás de uno por uno como figura rítmica y que sirven de pasarela para una forma ininteligible que se detiene justo al entrar en nuestra dimensión. Imperceptibles sus rasgos hasta que sus manos, imitando el gesto del soplo a una armónica, refugian la cerilla que prende su cigarro, iluminando su rostro con ella y activando mi pánico como daño colateral. Es el ser del que llevo tantos años huyendo. El culpable de que mi visita a Sueño se haya demorado. Es Miedo.

 

La mano de Sueño obstaculiza mi escape. “Lo he llamado yo”, dijo Sueño. “Debe de estar, siempre. Él, sólo escucha. Luego, se irá por donde ha venido”. Y así fue. De saberlo, me hubiera ahorrado muchos años de huída.

 

Ilustración: Ariel Alippi

 


 

Sobre Ariel Alippi, la persona que ilustra el relato:

 

Ariel Alippi es un versátil diseñador gráfico e ilustrador argentino que reside en Gran Canaria. Cabalga entre el arte y el diseño como nadie. Amante de la comunicación visual y la producción permanente. Su perfil de Instagram desvela parte de su trabajo: https://www.instagram.com/arielalippi/

6 opiniones en “Sueño y Miedo”

  1. El texto enamora desde la primera lectura, es poético, tiene metáforas, pero no deja de ser un reflejo claro y directo de cómo nos sentimos todos en algún momento, o siempre.

  2. Wauuuu impresionante, qué bien refleja lo que en nuestro día a día nos pasa cada vez que nos atrevemos a soñar

    Soñamos y aparece el miedo, está claro que es bueno que esté y si lo asumimos con normalidad, sacaremos la fuerza para lanzarnos

    Felicidades por el relato

  3. ¡Simplemente bestial! Te transporta a esa sensación que tenemos cada vez que intentamos salir de nuestra zona de confort. Luego, cuando reúnes todas tus fuerzas y consigues dar ese paso que tanto te ha costado te das cuenta que el miedo, como tú bien has escrito, «debe estar siempre» y es cuando te das cuenta que «de saberlo, me hubiera ahorrado muchos años de huída», así de simple.

    A mi alguien me lo enseñó con otra frase que tiene el mismo significado: «deja que el miedo te acompañe pero no le des el poder para que te paralice».

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