La casa en el aire
Cuando inicio esta entrada se cuela en mi ordenador Rosario Flores, cantando esa canción que habla de construir una casa en el aire para que no te moleste nadie. Y esa es la tentación que a veces me entra cuando veo el tratamiento que los medios de comunicación hacen de lo que está pasando a nuestro alrededor.
Yo tengo casa afortunadamente y además me siento muy a gusto en ella. Mientras el sol se despereza en el mediterráneo, un pájaro me espabila con una suave melodía en el patio interior. Toda una invitación al agradecimiento profundo a la vida.
No le pasa lo mismo a una buena parte de la humanidad, a quienes abandonan sus países fruto de las guerras, la miseria o el hambre. Ya muchas veces he manifestado que nadie pone su vida en peligro en el mar embravecido, metiéndose en un cayuco, si tiene la vida segura en tierra.
Con los medios tecnológicos elaborados, gracias a los minerales extraídos con la sangre de mucha gente de los mal llamados países del Tercer mundo, hemos creado un mundo global en el que unos países parecen que tienen más derechos que otros. Y no, no los tienen. No hay un efecto llamada en la llegada a nuestras fronteras, hay un efecto de justicia: yo también tengo derecho a una vida digna, como ustedes.
Y sí habrá que acoger, regular, controlar las mafias que hacen negocios con la miseria de la gente pero sobre todo, no olvidar que no tenemos más derechos por haber nacido dónde hemos nacido. Eso si, tenemos probablemente mucha más suerte, pero no más derecho.
En esa opción que he hecho en mi vida, que me lleva a no querer vivir en una casita en el aire, sino estar en la tierra, esta semana hemos aceptado la subvención para seguir colaborando, desde la Asociación Jambo Olame (bienvenida la prosperidad, en suajili) con proyectos en la República Democrática del Congo, concretamente en el SudKivu. Son proyectos financiados por la Consejería de Solidaridad del Cabildo Insular de Gran Canaria y responden a esa necesidad imperante de que la gente pueda vivir bien en sus países de origen.
Y también a no olvidar que estamos en un mundo globalizado. Si podemos tener un teléfono móvil o un ordenador, acceder a los satélites, no es porque la materia prima la saquemos de las pocas plataneras que nos quedan en las islas, sino porque todos los minerales necesarios para estos avances tecnológicos salen de allí. ¡Y de qué manera! Manchados con sangre infantil, sin pagar impuestos, con esa superioridad de quien se cree con todos los derechos.
Y porque me resisto a construirme una casa en el aire, formar parte de la protesta fácil o de echar la culpa a quien no la tiene, apoyo estos proyectos con María Masson, Mathilde Muhindo, Leon Shamavu.. para poner nuestro grano de arena en las propuestas que mejore la vida de la gente más vulnerable. Triste que quienes viven con dificultades se alien con aquellos que siempre han vivido bien y usan esa falacia de: primeros los de aquí como anzuelo para mantener sus privilegios. Triste pero comprensible; la pobreza no está bien, no es buena, no es ningún valor. Todo el mundo tiene derecho a vivir con buenas condiciones.
Pero debemos distinguir a quienes quieren el bien para la mayoría de aquellos que quieren ser la minoría beneficiaria. Y no es lo mismo
Aquí les dejo las casitas en la tierra expoliada del Sud-kivu que estamos arreglando. Son 4o viviendas para rehabilitar y otras cuarenta nuevas. Están destinadas a personas mayores, que tuvieron hijos e hijas para que los cuidaran cuando envejecieran y la guerra se los ha llevado, dejándolos solas. Paradojas de la vida: colaborar para que la gente de un país enormemente rico, no viva en la miseria.