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Violencia de género, violencia vicaria

Hace ya más de 30 años cuando trabajaba en un centro de intervención psicológica y social para víctimas de mujeres maltratadas llamado “Flora Tristán”, nos formaban en materia de violencia siguiendo manuales como el de Ginette Larouche Agir contre la violence, explicándonos qué es  la violencia de género, los ciclos de la violencia, la escalada, las rupturas, la intervención de crisis… Nos dejaban muy claro que la violencia se acaba con la muerte, concretamente con el suicido del maltratador tras acabar con la muerte de la mujer y/o los vástagos. También hacían hincapié en que si este suceso no ocurría más a menudo era porque el ciclo de este particular tipo de violencia se había interrumpido en alguna de las etapas del mismo. También que este tipo de violencia se enmarca dentro de un contexto económico, cultural y social igualmente violento por machista: un sistema basado fundamentalmente en la dominación masculina sobre la femenina, reminiscencia de un patriarcado primigenio en tanto que sistema de organización social cuya autoridad es ejercida por el varón, el pater familia, poseedor del patrimonio dentro del cual estaban incluidos los esclavos, la esposa, los vástagos y por supuesto los bienes.

Claudio Naranjo acuña el término «mente patriarcal» para designar un espíritu que se transmite de generación en generación a través de la educación, la crianza, la cultura… Se trata de un orden que, aunque difícil de definir, sí podemos decir que está cimentado en una autoridad violenta, extendiendo ésta a la dimensión amorosa del cuidado y, en consecuencia, reprimiendo el aspecto materno de la naturaleza humana. Una mente fundamentalmente explotadora y depredadora que no es sino La raíz ignorada de los males del alma y del mundo. Más que de patriarcado, Naranjo en La mente patriarcal, nos hablará de un complejo patriarcal cuya base es la familia y que se basaría fundamentalmente en la subordinación histórica de la mujer, en su colonización.

Sin llegar al extremo tan reciente del caso de Tomás Gimeno, en la clínica vemos con bastante frecuencia la llamada violencia vicaria, término acuñado por la psicóloga clínica Sonia Vaccara para describir la violencia ejercida hacia la mujer a través de los vástagos que son utilizados como meros instrumentos para dañar a la madre fundamentalmente a través de la culpa. Sin llegar a este tipo de situaciones tan extremas y por suerte no tan frecuentes,  constatamos este tipo de violencia en la negligencia en cuanto a la atención de las necesidades básicas de la progenitura, en la negación o interrupción de tratamientos médicos o psicológicos, en la utilización de variadas estrategias con la finalidad de modificar sus conciencias y así obstaculizar hasta destruir el vínculo con la madre… Hijos e hijas que vuelven a casa después de haber pasado el fin de semana con el maltratador físico, psíquico y/o emocional con secuelas que se evidencian a través de comportamientos disruptivos y trastornos psicológicos como insomnio, pesadillas, fobias… que requieren invertir días e incluso semanas para recuperar un mínimo de normalidad. Así se explicarían por qué los momentos de recogida y entrega de los vástagos acaben siendo tan conflictivos con tanta frecuencia, porque estos agresores actúan con el objetivo de provocar reacciones en la madre a través de acciones u omisiones como no lavar la ropa o entregarla sucia, darle chucherías antes de cenar, desempeñar el rol de «poli bueno» no cumpliendo los horarios para que la madre se vea obligada a jugar el de «poli malo», aplicando los horarios, hablar mal de mamá… Una infinidad de acciones a goteo que se suceden más o menos de manera sibilina y cuyo objetivo calculado y premeditado es impedir que la madre haga o rehaga su vida sin él.

Mujeres que llevan soportando esta situación años sin atreverse a denunciar por miedo a ser juzgadas como mentirosas o por falta de pruebas o por la dificultad para demostrarlas. Como profesionales, en ocasiones nos vemos impelidas a intervenir con niños y niñas obligadas a pasar períodos de tiempo con maltratadores a pesar de la evidente y verbalizada reticencia y desgraciadamente en general no tenida en cuenta. Porque más o menos hasta los 12 años, los infantes se mantienen próximos a su intuición y vivencian sin atisbo de duda esa violencia en sus carnes. La progenitura se siente malquerida, ninguneada, manipulada; no se siente amada. Sufre el mismo tipo de violencia física, emocional y/o psicológica que la madre, y lo sabe perfectamente y en numerosas ocasiones, mejor que muchas personas adultas.

Situaciones que, desgraciadamente, han pasado y siguen pasando desapercibidas incluso a profesionales forenses, quienes han caído igualmente en la manipulación del maltratador, en ocasiones por ignorancia, falta de experiencia y cualificación necesaria en materia de psicología clínica, además de una gran falla en cuanto a su propio trabajo personal. Así he podido leer informes con claros sesgos interpretativos favoreciendo al maltratador, que han sumido a mujeres en la más absoluta de las impotencias con las subsecuentes secuelas postraumáticas, depresivas, ansiosas…

Dentro de este contexto, situaciones como las de Olivia y Anna son comprensibles, porque de alguna manera, y resulta duro decirlo, este tipo de violencia obedece a un mandato masculino todavía legitimado culturalmente. No se trata de un problema individual. Se trata de un problema social. Concierne a toda la sociedad empezar a afrontarlo y confrontarlo con un espíritu crítico, científico capaz de cuestionar los pilares que sustentan la ideología patriarcal.

 

2 opiniones en “Violencia de género, violencia vicaria”

  1. «Concierne a toda la sociedad empezar a afrontarlo y confrontarlo…» aplaudo este mensaje por lúcido y necesario. Estoy cansada de escuchar que las mujeres hemos logrado muchos derechos, que porqué nos quejamos y mientras, el machismo se hace más visible entre la juventud, las manadas se multiplican, mujeres y chicas jóvenes son asesinadas por sus maltratadores, las mujeres son silenciadas e invisibilizadas en los trabajos, el niño sigue siendo el rey de la casa y la niña hace su cama y la de su hermano. Quien niega y normaliza el machismo, no sólo se convierte en su cómplice sino que además lo perpetúa. Ojalá mucha gente lea este artículo y sea capaz de hacer una reflexión crítica para empezar a cambiar de mentalidad, que ya va siendo hora.

    1. Muchísimas gracias por su comentario pues ayuda a seguir escribiendo e investigando este tema que no es nada fácil por la falta de apoyo popular pues se ideologiza practicamente todo hoy en día. Gracias por su interés.

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