Amor y género en terapia de pareja

 

En la práctica clínica, a lo largo de muchos años he podido constatar que la presencia femenina siempre ha sido bastante mayor que la masculina. También, que la mayor parte de las problemáticas que se me presentan en consulta tienen que ver directa o indirectamente con las relaciones, destacando en primer lugar las relaciones de pareja, pero también las relaciones con la progenitura, las relaciones parentales y las relaciones fraternales. Siempre las relaciones. Relaciones cuyo nexo de unión es el amor.

Lo que la práctica clínica deja claro es que la manera femenina de amar sigue constituyendo una práctica fundamentalmente de (auto)renuncia, dentro del contexto doméstico y en el ámbito privado. La clientela femenina quejándose de una asimetría amorosa está omnipresente en la clínica psicológica. La característica de la relación asimétrica es que siempre es el mismo miembro de la pareja quien se sacrifica, lo que genera fatiga, agotamiento y frustración al sentir que “siempre es una la que tira del carro”. Asimetría a la que contribuye de manera socialmente condicionada -y por lo tanto no es una contribución libremente consentida- haciendo de la atención y el cuidado a las demás personas los principales ejes del amor. Por ejemplo, el principal motivo de anulación de consultas en mujeres suele ser el “deber” de acompañar a sus seres queridos, sean estos vástagos, madres, padres, hermanas, parejas… a los múltiples cuidados médicos, o a reuniones escolares o a juntas. Otro ejemplo es la infidelidad: hay más mujeres amantes que hombres amantes. En estas situaciones, las mujeres suelen estar más frustradas que sus homólogos masculinos en la misma situación, porque estas (las amantes) quisieran una relación exclusiva. A los amantes masculinos no parece importarles la exclusividad; al contrario, en muchos casos, les permite variar sin compromiso. El estar en relaciones sin compromiso es una demanda más masculina que femenina. Las mujeres directamente, fruto de tanta frustración y decepción, prefieren seguir estando solas que en relaciones sin futuro.

El sentimiento omnipresente que acompaña al amor femenino en general es el de culpa. Ellas se sienten culpables de todo y por todo: porque han dado demasiado, porque no han hecho lo suficiente, por haber tolerado actitudes de lo cual se arrepienten viendo los resultados… La desigualdad de condiciones añade sufrimiento y angustia. Las mujeres pacientes parecen haber puesto más carne en el asador; parecen haber apostado más fuerte que sus hombres y estos parecen desligarse fácilmente de las relaciones, incluidos los vástagos.

Al contrario, es de destacar la casi total ausencia de demanda psicológica masculina en lo referente al amor y las relaciones. Su lógica amorosa parece más seguir una lógica extractiva, mercantilista, desapegada y autocentrada. No parecen tener mayores problemas y si los tienen, según la experiencia terapéutica, es frecuente que abandonen la relación. Tienden igualmente a encontrar pareja con relativa rapidez. Tan rápidamente como entran, salen.

Hoy por hoy, para un gran porcentaje de mujeres, querer y ser queridas sigue siendo su prioridad; vincularse afectivamente para la mujer sigue siendo la principal motivación para vivir. De tal modo que el estar sin pareja se experimenta como una vivencia vacía y carente de sentido. Por ello, las rupturas son vivenciadas de manera traumática. Incluso en otros contextos como el laboral, la focalización en los vínculos llega a ser más fuerte que la propia tarea. Lo que evidentemente las deja emocionalmente bastante hipotecadas.

No es que los hombres vengan de Venus y las mujeres de Marte, es que la socialización pinta el amor de diferente manera según el género y eso se refleja en la demanda terapéutica. Así parece que lo que es el amor para las mujeres, es el trabajo para los hombres. Estos, cuando acuden a terapia de pareja, en general lo hacen bajo presión y no porque hayan tomado conciencia. No suele haber una corresponsabilidad. La mujer suele llevar el peso de lo íntimo, de lo amoroso y de lo comunicacional de la pareja. Aspectos que suelen estar infravalorados cuando no minimizados o ridiculizados por la pareja masculina.

Las necesidades de hombres y mujeres, en cuanto al amor se refiere, parecen ser diferentes y a veces incluso cuesta entender las necesidades afectivas femeninas relacionadas con la intimidad relacional, la expresión de las emociones… lo afectivo vaya.  Lo que está claro es que el amor y el enamoramiento no es la preocupación primordial de los hombres. La esfera pública, la masculina por excelencia requiere habilidades opuestas a las amorosas como la competencia, el éxito, la eficiencia…

Observamos que este desapego afectivo o estilo de apego evitante masculino, genera en las mujeres un apego ansioso. No obstante, esta distancia afectiva se acorta en la sexualidad, la cual, tampoco es vivenciada de la misma manera según el género. Ellas se quejan de falta de cariño, afecto, caricias… y ellos viven la proximidad en términos sexuales, relegando lo afectivo. Al respecto, es digno de resaltar algo tan simple como la falta de tiempo de calidad por parte de muchas parejas. Así, gran parte de la queja femenina reportada es que los hombres se quedan en casa sin compartir tareas o sin proponer actividad alguna, mientras que sus parejas femeninas salen para ir a conciertos, teatro, cine… e incluso viajan pero con amigas. Los fines de semana, ellos tienden igualmente a quedarse en casa mientras que ellas tienden a planificar actividades.

La gestión masculina de lo emocional en general disociada en compartimentos estanco, hace que no recuerden muchas cosas, que no se den cuenta de pautas o patrones comportamentales, tendiendo a proyectar en la pareja los conflictos personales. Con lo que la reflexión femenina en general se suele entender como conflictiva y problemática. Ellas parecen tener una memoria de elefante y ellos amnesia selectiva.

Ellas suelen estar dispuestas a hacer casi cualquier cosa por recuperar la presencia masculina. A ellos en cambio, les tiene que compensar. Como dice la psicoanalista y escritora Mariela Michelena en su libro Mujeres malqueridas, las mujeres hacen negocios en los que en su mayoría salen quebradas, pero vuelven a insistir una y otra vez. Se encuentran en bancarrota emocional, pero vuelven al lugar de la estafa.

En ocasiones cuando abordo este asunto concluyo diciendo que las mujeres tenemos dos opciones: estar solas acompañadas o estar solas, solas. Mientras el amor no sea algo valorado socialmente independientemente del género, las relaciones amorosas van a seguir siendo en muchos sentidos casi imposibles porque mientras se niegue la interdependencia, la naturaleza social y la importancia del amor en la vida del ser humano, las relaciones seguirán siendo harto complejas y difíciles.

 

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