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Lover Boy: abusos bajo libre consentimiento

Yessenia llega a la consulta con síntomas de ansiedad elevada, depresión, inestabilidad emocional, dificultades de concentración, pesadillas, escenas retrospectivas (flashbacks), síntomas de evitación, disonancia cognitiva, rituales a la hora de salir a la calle, ideación suicida, sentimientos de culpabilidad y autoestima baja.

Tras comenzar su relato y de manera normalizada, cuenta cómo ha sido su única relación amorosa; una relación tóxica fundamentalmente por su carácter vejatorio, sexualmente explotadora además de emocional y físicamente abusiva.

Relata que empezó a salir con un hombre bastante mayor que ella quien, tras un estupendo y romántico período de luna de miel, le introduce gradualmente en el mundo de la perversión y el abuso sexual.  Bajo una atmósfera amorosa y tras producirse un enganche afectivo-sexual, este señor la fue iniciando en juegos sexuales perversos, además de maltratarla psicológica, emocional y físicamente. La humillaba triangulando con otras mujeres. Gradualmente, le fue persuadiendo para mantener relaciones sexuales con otros hombres (próximos a su entorno) y mujeres, llegando en ocasiones a pedirle que se prostituyera.  Él, progresivamente, fue controlando y dirigiendo la vida de esta adolescente, recurriendo, cuando era necesario, al hostigamiento, el chantaje y las amenazas. La manipulación, la coerción y la coacción en un principio no hacían falta porque la chiquilla, para quien esta era su primera relación, estaba locamente enamorada. El nivel de violencia fue en aumento, al punto de introducirla en encuentros sexuales sadomasoquistas, llegando a sufrir en una ocasión agresión sexual. Una vez la chiquilla habituada a estas prácticas, su “novio” le fue proponiendo perversas prácticas sexuales, en las cuales ya introduce físicamente a terceras personas, independientemente del género. Las prácticas sexuales comenzaron a ser exclusivamente perversas. La perversión o parafilias en psicología se define como un patrón de comportamiento, en este caso sexual, en el que el placer no está en la cópula sino en la excitación a través de un objeto o acción en particular. La perversión está en la dificultad para controlar ciertos deseos y fantasías. Es de tipo compulsivo. Hay una necesidad imperiosa de que el acto sexual sea de una determinada manera. Un ejemplo de perversión sexual era incluir en la fantasía sexual a la madre, la suegra e incluso a sus hijas menores o hacer que se introdujera en la vagina diferentes objetos como un cuchillo. Ella iba “accediendo” con la finalidad de agradarlo -por supuesto- y evitar perderlo -desde luego. El “lover boy”, en un estadio de la relación, comienza a grabar prácticamente todos los encuentros sexuales, cada vez más perversos.

Tras esta “experiencia”, ella está rota. Su vida no tiene sentido. Desea e intenta de hecho morirse en una ocasión. Tiene toda una panoplia de síntomas propios del estrés postraumático.

No estamos ni en Europa del este, ni en África ni en América Latina, sino en Gran Canaria. Durante el tiempo que ella está en esa relación de la cual le resulta casi imposible salir, ella comienza a sufrir de disonancia cognitiva, por lo que le resulta complicado distinguir lo que está bien de lo que está mal, pero en momentos, su intuición le informa de que hay algo que no va bien. Pero no lo quiere perder. Aunque la dependencia de ella hacia él parece  sobrepasar los límites de lo comprensible, nos permite contextulizar el maltrato físico y psicológico sufrido durante tanto tiempo. Hablamos de una dominación casi total.

Una reflexión se impone: ¿Qué es el libre consentimiento? En un principio hablar de libre consentimiento significa que una persona tiene la capacidad de elegir su forma de pensar y actuar. Lo que nos damos cuenta en psicología, es que muchas personas no ejercen esta capacidad, particularmente cuando están en relaciones amorosas. Muchas de estas relaciones amorosas se basan en una dependencia emocional, convirtiéndolas en tóxicas. ¿Podemos afirmar sin atisbo de duda que una persona dependiente consiente libremente? ¿Cuántas personas han “accedido” a triángulos amorosos, intercambios de pareja y otras prácticas del estilo, arrepintiéndose, antes o después, puesto que lo habían hecho para agradar o bajo coacción? ¿Realmente la población está emocional y sexualmente educada para este tipo de prácticas? ¿Porqué encontramos siempre que se dan este tipo de situaciones, componentes de dependencia emocional, disonancia cognitiva, manipulación…? Para una serie de personas, este tipo de prácticas dejan una huella traumática difícil de borrar. Y es que es a través de estos casos, que desgraciadamente suceden con relativa frecuencia si bien no de manera tan burda, que podemos entender mejor las conclusiones que se desprenden de algunos estudios los cuales hablan del paso tan fino que hay del amor romántico a la violencia, particularmente la de género.

Por otro lado, nos cuestionamos el aprendizaje amoroso. Como lo señala Coral Herrera en su libro La construcción socio-cultural del amor romántico, se disfraza de amor lo que es control y dominación. Y es que no podemos desligar las prácticas amorosas de las económicas, políticas y sociales. El amor romántico es un gran mito que genera muchas víctimas que no son conscientes de serlo porque está todo camuflado bajo una apariencia amorosa de libre consentimiento. Pero finalmente, el amor en la práctica real ni es tan libre ni tan consentido. “El amor romántico tal y como lo concebimos es muy violento” afirmará esta autora, y con basto conocimiento de causa. En parte, porque “está basado en una forma de relación sadomasoquista”. Este tipo de amor está cimentado en el binomio de sumisión-dominación. Y como lo señalan sus, y otras investigaciones, con la gente joven esto se acentúa aún más si cabe. Por lo tanto, el libre consentimiento es algo que no debiera darse por sentado tan fácilmente. Una cosa es lo legal y otra muy distinta lo psicológico.

El libre consentimiento como requisito moral de las interacciones sexuales al parecer, tiene sus antecendentes en un fallo del tribunal hacia una pareja que deseaba casarse a pesar de la oposición del padre, hecho acaecido en 1840 y relatado por Eva Illouz en su libro El fin del amor. Pero ¿Cómo es posible distinguir el libre consentimiento en unas relaciones amorosas en donde existe una subordinación más o menos consciente de la mujer hacia el hombre? Y es que aunque las relaciones sexo-sentimentales hayan adoptado las características del mercado capitalista, en dichas transacciones al contrario que en las económicas, un SÍ no es necesariamente un SÍ.

 

4 opiniones en “Lover Boy: abusos bajo libre consentimiento”

  1. Felicidades, me ha parecido un artículo interesante, sobretodo porque los jóvenes, en general, andan bastante perdidos al respecto.
    Es una pena que dicho artículo no esté en un lugar del periódico más visible y accesible a la mayoría. Artículos como estos ayudan a educar y concienciar, tanto en materia de sexo como de relaciones afectivas sanas y en igualdad.

    Saro Vizcaíno.

    1. Muchísimas gracias por tu comentario, pues me ayuda a seguir adelante escribiendo y reflexionando. Estoy de acuerdo en que muchos de estos artículos debieran estar en secciones más importantes pero… nos tendremos que conformar con estas. Y si tuviésemos l posibilidad de escribir en otras secciones podríamos incluso ampliar el contenido, que buena falta hace.

    2. Muchísimas gracias por su comentario puesto que me ayuda a seguir. De acuerdo en que este tipo de información debiera tener otra categoría y ser retribuido además. Es como si no interesara que la gente se educara. Es terrible este tipo de situaciones. Un cordial saludo. Inmaculada Jauregui

  2. Si no existe el libre consentimiento, nos cargamos la capacidad de obrar que, en derecho, es la base esencial a la hora de establecer una relación contractual, la que sea; también el matrimonio civil y las uniones de hecho.
    La vida es riesgo y esta premisa, debemos siempre tenerla en cuenta… Se elige y unas veces se acierta y otras aparece la equivocación… Equivocarse e lo más natural de la vida; es más, sin equivocaciones, no tendríamos la capacidad de rectificar y aprender las lecciones que todo fracaso saca a la luz.
    Otra cosa es la inmadurez, los seres humanos comenzamos a madurar cuando dejamos la infancia y a partir de ahí, todo es una constante evolución hasta llegar a la vejez. Nadie está a salvo de la equivocación y, a veces, las equivocaciones tienen consecuencias fatales aunque, la mayoría de las veces son como tropezones en el camino de la vida… Tropezones que nos ayudan a madurar y a tener mayores armas para encarar los retos de la vida.
    La historia de esta chica, ciertamente, es lamentable… Pero yo me niego a considerar que el libre consentimiento es algo así como una entelequia… Ni mucho menos, consentimos y si, tras los primeros tropezones, persistimos en el consentimiento, es que padecemos ya un cierto desequilibrio mental que puede llegar a anular nuestra voluntad. Y no se debe olvidad que una persona sin voluntad, es una persona sin libertad; es decir esclava de sus circunstancias y, sobre todo, esclavo de su dominador.

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