otoño

Ansiedad: cuando la solución mantiene el problema

La ansiedad puede ser considerada como un sano mecanismo de defensa, que, por su carácter ancestral, ha permitido la supervivencia. Es un mecanismo adaptativo que tiene una función, un motivo, un para qué. Tiene su utilidad.

La mayoría de las personas que sufren de ansiedad en sus diferentes formas (crisis de ansiedad, crisis de pánico, ansiedad generalizada, agorafobia, hipocondría…) intentan resolverla evitándola y controlándola. Sin embargo, la solución acaba formando parte del problema, agravándolo. Acaba generándose un miedo al miedo que, paradójicamente, acaba en pérdida de control, pudiendo enquistarse a la larga en un trastorno ansioso-depresivo. Y cuando hablamos de trastorno ya no podemos hablar de un mecanismo adaptativo. Una trampa mental acaba fraguándose, ya que el propio intento de controlar y evitar las desagradables reacciones fisiológicas acaba por generar aún más síntomas que a su vez generan más miedo, que a su vez generan más síntomas… El control desemboca en descontrol. La evitación hará aún más grande el problema. Entramos en bucle.

Ante el componente psicológico de la ansiedad, echar mano de “soluciones” que eviten y controlen la ansiedad, si bien  pueden proporcionar un alivio inmediato, éste será solamente temporal, puesto que hasta que no se resuelva el problema que la genera y que pone al sujeto en modo lucha, no desaparecerá. La ansiedad nos prepara para la lucha ante una amenaza de vida o muerte. Los cambios fisiológicos son necesarios en situaciones de peligro real. Pero la mayor parte de amenazas actuales no tienen que ver con esta ancestral amenaza a la supervivencia. Por lo que estas reacciones fisiológicas se vuelven en muchas situaciones inadaptadas. Estas desadaptaciones aparecen fundamentalmente como respuesta a amenazas a los valores significativos para la identidad y la autoestima alrededor de los cuales se han erigido las vidas, a los proyectos vitales frustrados…

Desde una perspectiva constructivista, la ansiedad se entiende como el resultado de una lucha interior entre lo que deseo y lo que debo. Indica una desconexión entre la realidad de lo que somos o hacemos y lo que en realidad estamos necesitando hacer. Y cuanto más se lucha contra esta brecha, más se ahonda en ella y se agudizan los síntomas. De esta manera podríamos decir que la causa del mantenimiento de la ansiedad está en la manera de resolverla: en evitarla y controlarla. Otra cosa muy distinta será el desencadenante.

La ansiedad en la sociedad actual, tan afectada por el estrés ambiental, puede considerarse un mecanismo de defensa que actúa como indicador de que algo va mal en quien la sufre. Eliminarla sería como eliminar la señal del salpicadero. Sin ella, quedaría fuera de nuestro control elementos imprescindibles para la conducción.

Anestesiar la ansiedad a base de medicación suele tener efectos paradójicos. Por un lado, agrava el malestar, puesto que estamos reconociendo que la ansiedad nos “puede”, lo que hace que la persona afectada pierda confianza en sus propias capacidades de afrontar situaciones difíciles o críticas. Por otro lado, se generaliza y extiende afectando a otras áreas de la vida, haciendo que se estreche el mundo y las posibilidades de resolver los verdaderos problemas subyacentes y que tienen que ver en general con el miedo.

Pero ¿qué yace bajo la ansiedad? En la práctica clínica se observa en general que bajo la ansiedad subyacen conflictos en su mayor parte relacionales. En efecto, la ansiedad, en bastantes casos, indica que algo pasa en las relaciones significativas que mantenemos. Indica que tenemos que dar un giro a nuestra vida, a nuestras relaciones. Suele ser la antesala de cambios necesarios que teníamos que haber hecho tiempo atrás. Suele señalar el enquistamiento que precede a la toma de conciencia.

Si bien hay bastantes terapéuticas que enseñan técnicas de afrontamiento, confundiendo la causa con el sentido y la comprensión, lo que nos queda claro es la necesidad de una aceptación y, en consecuencia, de un aprendizaje en la gestión de este tipo de malestares existenciales, puesto que nos orientan en la dirección a seguir. Eliminar el malestar psicológico generado por la ansiedad no es positivo a la larga. Conviene aprender a escuchar la ansiedad. Entender que ésta es la forma que cobra muchas veces el sufrimiento. Se trata de una señal que requiere de escucha y de elaboración; algo está necesitando abordarse y con urgencia. No es conveniente eliminar el dolor generado por la ansiedad; no sin antes haber entendido a qué obedece este mecanismo. No podemos pasarnos la vida paliándola o anestesiándola.

Al igual que el miedo, el sufrimiento, el dolor y la muerte, la ansiedad forma parte de la vida y es conveniente integrarla; ni evitarla ni eliminarla. El psicólogo humanista existencial Alberto de Castro nos dirá que la ansiedad nunca puede ser evitada porque “la ansiedad siempre surge ante cualquier evento o situación en que nuestros valores, ideales e intereses pueden verse en peligro, destruirse o no llegar a ser cumplidos”. O como diría el psicólogo social Jacques Salomé, “los males constituyen en sí mismos un verdadero lenguaje codificado, estructurado, que a veces viene a llenar las lagunas de una relación perdida o que se ha hecho imposible”. “Si me escuchara, me entendería”. Solo hay que escucharlos.

 

 

 

 

 

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