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Desvinculación moral. Acciones perjudiciales

 

 

El ser humano no nace con una moral; sino que la desarrolla dentro de parámetros familiares, sociales y culturales. De esta forma, principios, pautas y normas de comportamiento una vez interiorizados, se consolidan en valores que se van asentando con la experiencia. De ahí la autonomía.

La función de la moral ha sido siempre la preservación de lo colectivo y por ello se enraíza en nuestra evolución como especie, es decir, la moral derivaría de nuestra naturaleza gregaria. En este sentido gregario de preservación, la moral serviría para evitar la maldad propia y ajena. Porque como bien señala Francisco Traver, la moral está relacionada con la confiabilidad y la cooperación. En otras palabras, si lo moral constituye el respeto por la norma, lo inmoral conlleva la transgresión de determinados principios en un ámbito de reciprocidad.

La moral en el sentido terapéutico del término hace referencia fundamentalmente a la conciencia de la intencionalidad. Las acciones humanas son fruto de elecciones y decisiones, y por ello somos responsables. Ahora bien, no podemos olvidarnos de que las acciones implican una dimensión moral, puesto que no pueden desligarse de las consecuencias de éstas sobre mi y los demás.

No obstante y en general, constatamos que no es exclusivo de personas psicópatas, narcisistas o maquiavélicas, no sentir empatía, culpa o remordimiento a la hora de generar con sus conductas daños y perjuicios. Al contrario, observamos cotidianamente que personas con un desarrollado sentido moral son muy capaces de dañar sin sentir remordimiento.

La teoría de la desvinculación moral, propuesta por Albert Bandura, podría ayudarnos a comprender este hecho. Según este autor, la desvinculación moral tiene relación con la dificultad para asumir la responsabilidad de los actos cuando estos no están de acuerdo o con valores con normas. Para lo cual, estas personas moralmente desvinculadas utilizan estrategias como la minimización, la mentira, la culpabilización y la proyección, entre algunos mecanismos.

Todo ello permitiría comprender por qué muchas personas incurren en conductas que contradicen los valores que defienden. Así por ejemplo, constataremos que personas o entidades que predican la paz y la no violencia, actúan de manera violenta, personas devotas y fieles cometen infidelidades, personas o entidades dedicadas al bien común persiguen intereses secretamente individuales y egocéntricos; corrupciones…

La desvinculación moral no es algo excepcional, sino que lo vemos en el día a día, de manera frecuente y en muchos ámbitos. Dicha desvinculación tiene mucho que ver con la flexibilización de los valores y las normas; también con la deficiente interiorización de las mismas y con la presión social.

Cuando personas comunes -sin mayores patologías- se traicionan a sí mismas, generan un malestar interior mezcla de culpa, remordimiento, vergüenza, angustia, ansiedad. En este contexto y llegados a esta situación, las personas actúan o rectificando o negando o justificando o desvinculándose moralmente. De esta forma, reinterpretan su conducta moralmente dañina evitando el malestar; lo que en términos psicológicos se conoce como reestructuración cognitiva. Si la transgresión supone una fuerte ruptura con las creencias y valores, se producirá lo que Bandura denomina desconexión moral selectiva, utilizando mecanismos de defensa para legitimar esos actos. Así se desactivan la autorregulación y la censura moral hasta resultar no solo irrelevantes, sino justificables para sí misma. En situaciones, esta desconexión va siendo progresiva, de tal manera que se van aceptando cada vez más conductas inaceptables, absurdas, crueles e incluso criminales. El autoconcepto queda así protegido sin necesidad de la habitual autoregulación, gracias a mecanismos de defensa.

Bandura ha descrito ocho procesos de reestructuración cognitiva de conductas moralmente reprobables:

  • Justificación moral. Se trata de ver lo inmoral como un medio para alcanzar un fin digno, elevado o superior. Al reinterpretar la realidad de esta manera, el acto inmoral se presenta como loable incluso. Tenemos abundantes ejemplos en el mundo de la política, en el militar y paramilitar.
  • Lenguaje eufemístico: se trata de tergiversar o reducir el carácter dañino, nombrando de forma neutra acciones inmorales. Ejemplos de ello los escuchamos a diario: alguien tiene un problema de alcohol cuando es alcohólico. O llamar a víctimas daños colaterales. El lenguaje eufemista que conocemos como lo “políticamente correcto”, y genera caos, confusión y tabús.
  • Desplazamiento de responsabilidad. Se trata de atribuir toda o una parte de la responsabilidad a otras personas o situaciones. La culpabilización o acto de culpar a los demás se tiliza mucho en el ámbito laboral. Expresiones del tipo “yo solo obedecía órdenes” son frecuentes.
  • Difundir responsabilidades. Muy relacionado con el anterior el punto de parecer una variante. Se trata de distribuir la culpa a miembros de un grupo o colectivo. Por ejemplo, hemos escuchado hasta la saciedad que la culpa de la situación económica es “porque vivimos por encima de nuestras posibilidades”. De esta manera se atenúa, hasta a veces hacerla desaparecer, la verdadera responsabilidad de quienes especulan, venden, compran, trafican, hunden empresas y países para comprarlos a bajo precio…
  • Minimización de consecuencias. Quitar gravedad a acciones real y objetivamente inmorales. Significa distorsionar, considerar falsos o exagerados los efectos de la conducta: “no será para tanto”, “tú exageras”.
  • Comparación ventajosa. Cuando comparamos una conducta inmoral con otra considerada peor, para así quitarle gravedad: “ tampoco le he pegado”, “no he matado a nadie”, “no me voy de copas ni de bares ni de putas”.
  • Deshumanización. Se trata de restar la cualidad humana de personas afectadas por el comportamiento inmoral, quitándoles así la importancia que les corresponde como vidas vidas humanas que son, lo que genera una disminución de la empatía, además de fomentar al otro como enemigo. Ejemplos de ello los vemos en relación con la inmigración, el paro, crímenes de guerra. Prácticamente en cualquier forma de violencia.
  • Atribución de culpabilidad. Al culpabilizar a la víctima, la convertimos en la principal responsable del acto inmoral realizado por otra persona que desde luego no es la víctima. El razonamiento neoliberal que culpa del paro, la pobreza y la miseria a los individuos o a la mano invisible del mercado laboral es un claro ejemplo. Lo vemos también hasta la saciedad en la violencia hacia las mujeres, particularmente en los casos de violación. Por este mecanismo, la conducta inmoral es vista como una conducta normal, “porque la persona merecía ese trato”, constituyendo un acto justiciero.

La sociedad actual genera muchas y variadas formas de psicopatología moral. Patologías del orden de lo anómico. Y lo peor es que la anomía se va normalizando, convirtiéndose en la nueva ética que acompaña a la razón neoliberal, amenazando incluso la continuidad de nuestra especie.