Relaciones tóxicas: El uso del Otro como solución para evitar la propia locura
Mucho hemos escuchado hablar en estos últimos tiempos sobre la toxicidad en las relaciones y por extensión, en ciertas personas. El calificativo de tóxico aplicado a las relaciones significa que la relación genera daño en una de las dos partes. Una relación tóxica lo es desde el momento en que una de las partes “se aprovecha”, es decir, obtiene un beneficio a costa de la otra. Este tipo de relaciones se caracterizan por la desigualdad, puesto que la satisfacción de las necesidades de uno de los miembros se hace a costa del sacrificio de las necesidades de la otra persona para lo cual necesita controlar, manipular, doblegar… Necesita tener todo el control de la relación. Por ello, este tipo de relaciones tóxicas son en realidad relaciones de poder, abusivas y violentas psicológica y/o físicamente.
Estas relaciones no se circunscriben exclusivamente al ámbito de la pareja, sino que se dan en general en ámbitos laborales y familiares. Suelen establecerse cuando el vínculo es de dependencia no necesariamente patológica. Así por ejemplo, la persona trabajadora depende del trabajo para subsistir, y por lo tanto de su jefe. Se trata de un tipo de relación muy difícil de romper.
La toxicidad viene del hecho de que la persona “problemática” implementa dinámicas desiguales, de tal modo que el poder queda concentrado exclusivamente en ella, desfavoreciendo a la otra. El psiquiatra y psicoanalista Harold Searles habló ya de este tipo de relaciones en 1965 en su libro l’effort pour rendre l’autre fou. Lo que está en juego en este tipo de relaciones es la muerte psíquica del otro; que no pueda existir independientemente, pensar, sentir, desear…
Una de las particularidades de este tipo de personas está su forma de dirigirse al Otro; se trata de un discurso lleno de negaciones -negarse a reconocer lo que los sentidos muestran-, identificaciones -asimilación de atributos de otra persona como si fueran propios- y proyecciones -atribución a la otra persona de motivos, deseos o emociones- que favorecen que el conflicto psíquico interno de la persona tóxica sea expulsado y situado en la otra persona. De ahí que la constante culpabilización haga que se genere en la persona víctima un conflicto afectivo que le es ajeno. De ahí la sensación en la víctima de volverse loca, enajenada, confusa, descolocada…; estrategia que recibe el nombre de luz de gas, en homenaje a la película con ese mismo título protagonizada por Ingrid Berman en 1940. Un mecanismo hecho a base de seducción, manipulación y engaño, por el cual el protagonista pretendía volver loca a su esposa. Se trata de un abuso psicológico y emocional que pretende hacernos descreer aquello que vemos; hacernos creer que lo que vemos, experimentamos y percibimos es falso. En el extremo violento se busca enloquecer a la otra persona. En su desarrollo menos extremo, se trata de hacer que la otra persona dude de sí misma y de la realidad, permitiendo así que se desestimen experiencias, recuerdos, conjeturas, percepciones, sentimientos…
A continuación señalaré algunos de los mecanismos que utilizan este tipo de personas:
1.- Estimulación y frustración: estimular y frustrar en un corto lapsus de tiempo. Es lo que ocurre con el bombardeo amoroso por ejemplo cuando la persona tóxica llena de amor y afecto, en algunos casos de manera apabullante, para luego, de manera abrupta, dejar de hacerlo, de tal manera que la pareja se queda enganchada a ese momento e intenta reproducirlo. Se trata de que la víctima crea que la relación pueda volver a ese estado inicial de idealización con su esfuerzo, es decir, adoptando una actitud sumisa.
2.- Menosprecio y denigración
Quitar el aprecio se suele hacer a menudo a través de las bromas, el humor o juzgando las cualidades y competencias de la pareja. Cuando en una broma no se ríen todas las personas, eso ya no es una broma. La burla abierta se suele emplear bastante para ridiculizar, avergonzar y humillar.
3.- Intimidación y control
La persona tóxica suele tener explosiones furibundas y rabia ante las críticas, o simplemente cuando no se está de acuerdo. Ese llamado “mal carácter”. Las personas que están a su lado, intentan por todos los medios que no salte o explote. Estas explosiones son impredecibles, lo que obliga a las personas allegadas a estar vigilantes a cualquier cambio brusco, caprichoso y aleatorio de humor. En psicología esto se llama personalismo o tendencia paranoide, pues se suelen tomar las cosas a personal y piensan que se está contra ellas. Explotan muchas veces por nimiedades.
4.- La culpabilización
Se trata de culpar siempre de todo y por todo a la otra persona. Estas personas tóxicas son incapaces de reflexionar, de hacer autocrítica, de verse con una distancia emocional. Se induce a la culpa y así logran el control.
5.- Autosuficiencia
El patrón de comportamiento adoptado les da un aire de autosuficiencia que oculta precisamente la paradójica y ambivalente posición ante la dependencia sana, puesto que la necesitan pero la rechazan al mismo tiempo. Como consecuencia, muestran grandes dificultades con el compromiso, lo que hace de ellas personas impredecibles. Esta falta de compromiso suele generar una gran ansiedad en las parejas, desembocando progresivamente en un apego ansioso que las debilita al punto de somatizar.
6.- Utilitarismo
La persona tóxica suele utilizar a las personas allegadas y afectivamente implicadas para su propio beneficio. Muchas de ellas son parásitas económica y/o afectivamente. Es lo que se conoce comúnmente como cosificación. Por ello, sus compromisos son débiles, porque siempre pueden encontrar una persona “mejor” de quien obtener más rédito.
7.- Posesión y control
En general, este tipo de personas establece vínculos muy posesivos y controladores, de tal manera que suele aislar a la víctima de su entorno, para que solo y en exclusividad se dependa de ella. Desconfían de sus parejas porque en realidad desconfían de sí mismas.
8.- Cambio de tema frecuente
Para evitar la crítica, manipulan la conversación hasta el extremo de cambiar de temas, trivializando el contenido afectivo previo. En general, no habrá expresión de sentimientos y el vacío aparecerá, dejando a la otra persona con sensaciones extrañas tanto de sí misma como de lo que ha pasado. Se sentirá descolocada, knoqueada.
9.- Mentir
Este tipo de personas tóxicas suele utilizar la mentira en sus diferentes modalidades de omisión, ocultación y falseamiento, generando conflictos y dudas.
En definitiva, se trata de un comportamiento tipo Jekyll y Hyde. En este caso, la persona tóxica a través de las técnicas y los mecanismos de defensa señalados, separa su parte maligna (Jekyll) y la proyecta sobre su pareja (Hyde), causando una confusión psicológica de tal calado que puede llevarla a la locura, la depresión o el suicidio. De ahí que algunos autores como Jean Charles Bouchoux a propósito de este tipo de personas, hable de la identificación proyectiva como mecanismo de defensa característico, que consiste en proyectar aspectos que el sujeto no puede tolerar de sí mismo en la otra persona. De esta manera, identifica al Otro con estos aspectos negativos de sí mismo, empezando así una guerra que no es sino un reflejo de un conflicto intrapsíquico que no puede tolerar. De alguna manera, sitúa la locura fuera de sí mismo. Un ejemplo clásico de lo dicho lo encontramos cuando la persona tóxica acusa a su pareja de haberla engañado, cuando en realidad es ella quien ha engañado o ha pensado hacerlo. O bien, cuando estas personas acusan a su pareja de quererles dejar cuando en realidad son ellas las que hacen todo lo posible por que las dejen generando crisis y discusiones sin fin. También lo podemos ver en personas que ejercen el rol de salvador o de protector, generando en su víctima comportamientos infantiles de dependencia, comportamientos ante los cuales luego luchará para que desaparezcan. En este ultimo caso, se trata de un comportamiento pasivo-agresivo en donde la agresividad de la persona “problema” es proyectada hacia la otra en forma pasiva, de tal manera que la persona víctima parece que es agresiva y está loca porque reacciona visceralmente a la agresividad pasiva de la persona tóxica. Lo que comúnmente se llama provocación.
Las personas víctimas creen que pueden llegar a cambiar a la parte tóxica, que son la solución a los problemas de su pareja tóxica, que son sus salvadores y que con amor podrán lograr que vean la realidad desde otro punto de vista. En este frustrante y angustiante intento, las relaciones se van desgastando llegando incluso a romperse de manera traumática.