Héroes y pirómanos

Cómo vivimos los incendios de Gran Canaria a través de las redes sociales

Prólogo

Para hablar de un tema tan delicado como un incendio forestal, o de tres consecutivos, como en este caso, es necesario esperar a que pase algo de tiempo, y hacerlo desde la distancia, de forma reposada. No soy ningún experto en la materia, ni tengo conocimientos sobre bosques, pinos y demás. Tampoco sé si los hidroaviones son la solución para estas catástrofes. Me centraré, única y exclusivamente, en lo que ocurrió en las redes sociales durante esas semanas tan infernales. ¡Vamos allá!

 

“Vecino: asómate a la terraza y mira hacia Cazadores, hay otro incendio por esa zona”. Recuerdo perfectamente ese mensaje nocturno de mi vecina Paola a través de WhatsApp. Lo recibí mientras veía la segunda temporada de Mindhunter, una magnífica serie de Netflix que destaca, sobre todo, por no pertenecer a esa cantidad de paja con la que la plataforma engrosa su catálogo de entretenimiento. Fue justo una semana después del primer infierno que se originó en Artenara. Nadie podría esperar que, pocos días después, apareciera otro conato y menos aún que fuera en un lugar diferente. La virulencia de las llamas consumió esa lejana montaña en cuestión de minutos; desde mis prismáticos, lo que parecía una debilucha luciérnaga que buscaba cómo levantar el vuelo tras un manotazo, se convirtió en un ave Fénix gigantesco que se apropió de toda la superficie de ambas lentes. Sus alas rojas intensas llegaron hasta los pies de Guayadaque y muchos de sus habitantes huyeron despavoridos. Nació y murió en cuestión de horas pero, en su corta vida, le dio tiempo de aletear frenéticamente y destrozar todo lo que cogió a su paso. Un ser prematuro que fue cerrando sus ojos lentamente mientras unos individuos vestidos de amarillo le suministraban un potente sedante acuoso. Presuntamente, el culpable de su nacimiento fue un pirómano reincidente que, año tras año y en el mismo lugar, enciende un fósforo entre la maleza, sin ningún motivo aparente. «Prendí hogueras que no supe mantener”, podría parafrasear nuestro querido incendiario dondequiera que esté, en caso de que le guste El Último de la Fila, claro está. Y cuando parecía que todo estaba controlado, ocurrió un suceso aún peor: otra combustión hizo acto de presencia, esta vez en Valleseco. Más cruel e indomable que las anteriores. Las imágenes posapocalípticas que se grabaron en nuestra retina mientras esto pasaba, son sólo comparables a una distopía ciberpunk de Philip K. Dick, o a ese momento de Terminator: Judgement day donde un fuego inmenso aplasta la ciudad. El campo grancanario quedó carbonizado por completo y no es solo una opinión, es un hecho.

Ilustración: Irene León (Maruchita).

Durante esos días, vivimos con estupor cómo un nuevo y enérgico presidente del Archipiélago, acompañado de un recién reelegido representante del cabildo, se sentaron ante la cámara de televisión para dar cuentas de lo acontecido; incómodos y desolados. Ambos, uno porque tenía que hablar y otro porque debía estar presente, narraron una de las historias más lúgubres de nuestras vidas. Las ojeras, el insomnio y los sudores fríos se sumaron al debut de nuestro recién estrenado frontman que hizo su primera actuación a capella, sin instrumentos tras de sí, con el único acompañamiento de su homólogo y lo que es peor, tuvieron que comenzar su concierto con una canción apenada, de esas que suelen situarse a mitad del álbum, o al final del mismo, algo poco usual en cualquier concierto y que, como es comprensible en esta ocasión, dejó al público desencajado. Ninguno pudo sacar su mechero para corear la triste balada.

“Hacen falta nuevos héroes, nuevos referentes; la isla ya no los tiene”, me comentó una vez mi amigo Tino, y con toda la razón del mundo. Recordé esa frase cuando, en esa misma escena que antes describía de nuestros dirigentes, sin esperarlo, irrumpía un tal Federico Grillo, desconocido hasta entonces, con un lenguaje claro y conciso, sin adornos, directo. Inmediatamente, se convirtió en un nuevo héroe. Marvel haría una película de su persona si él lo pidiera, y sin acompañantes. La desolada población grancanaria, ante la falta de información clara y personas que pudieran proporcionar respuestas aliviantes, acudía en masa a ese nuevo monolito sagrado y se arrodillaba. Ahora, viendo su sobreexposición, la duda que se me plantea es, ¿será una figura creada desde la maquinaria política? Hoy en día, hay herramientas para analizar emociones, opiniones y reacciones en Internet, de hecho, yo las uso. De la noche a la mañana, la Administración, esa de la que muchos se quejaban en las redes sociales porque supuestamente no recogía la pinocha, pasó de ser el peor enemigo de nuestros montes, a heroína, aupada sobre sus técnicos, bomberos y demás profesionales relacionados. Cientos de vídeos virales ensalzándolos y miles de agradecimientos colectivos, llenaron las pantallas de nuestros smartphones. ¿Casualidad? ¿Manipulación? No lo sabremos nunca, lo que sí sé, y con total certeza, es que se intervino en la opinión pública y las redes sociales fueron el medio con el que se consiguió.

Todo eso ocurrió paralelamente a otra vía, opuesta y más casera: fake news; gente opinando con convencimiento de temas que no controlan y desconocen; shitstorms; manifestaciones espontáneas; recogidas de firmas a través de change.org para que alguien dimitiera; equipos de reforestación organizados por no se sabe quién, mientras la isla ardía (a quién se le ocurre) y canarios que golpeaban su pecho a la par que besaban una foto del Roque Nublo, eso sí, desde el sofá de su casa. Esos días, millones de pulgares se deslizaban por las pantallas, compartiendo contenido de aquí y de allá, sin fijarse con detenimiento en la fuente que lo proporcionaba. Una tormenta de ruido jamás vista por estos lares y de tal magnitud que pudo eclipsar por completo a aquellas pocas personas que realmente sí difundieron contenido fidedigno o manifestaron opiniones razonables, incluso pasaron desapercibidas aquellas nobles informaciones sobre el desbordamiento  -por el exceso de voluntarios-  de algunos centros improvisados que montaron para ayudar a personas y animales afectados. Mientras todo esto ocurría, recordaba unas palabras muy polémicas del desaparecido Umberto Eco y que en su momento me parecieron muy controvertidas, pero que algo de razón esconden: “El drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad”.

Ahora, tras la aparición de un apaciguado otoño, todo parece en calma. Algunas familias acuden los fines de semana a la cumbre y medianías, creando colas kilométricas, con el único objetivo de conseguir su selfie de moda, con un telón de fondo gris nuclear; sonrisas forzadas para la foto, delante de las cenizas de aquello que pudo quedar en pie tras el torbellino, restos de lo que un día fue algo vivo y alegre, aunque ahora parezcan más gárgolas de catedral que otra cosa. Vuelve la absurda cotidianidad. Vuelven nuestras incomprensibles actitudes.

 


Sobre la ilustración: Para esta ocasión, he tenido el honor de contar con una ilustración de mi artista canaria favorita: Irene León. La conocí personalmente en dos mil catorce durante un festival de gastronomía. Por la técnica y melancolía de su pintura, tenía la creencia de que sería una persona mayor, con una sufrida vida a sus espaldas. Me llevé una sorpresa cuando comprobé que era una joven muy alegre; no llegaba a los treinta años.

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