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Club Alpino Canario ( y III)

Terminamos esta colección de publicaciones relativas al Club Alpino Canario, no sin antes revivir algunas de sus historias y excursiones iniciales.

Recordamos que el pasado 29 de enero publicábamos una primera entrada informativa del Club Alpino Canario cuyo presidente fue Mariano Utrera y Cabezas. Quizás fue la primera asociación de excursionistas de Gran Canaria, fundada en 1930.

En nuestras investigaciones, buscando y buscando en las hemerotecas más antiguas, encontramos un documento «Anuario de 1929», del Club Alpino Español, primera sociedad dedicada al fomento de los deportes de montaña en España.

Excursiones a 3 pesetas: ROQUE NUBLO.

El día 6 de julio de 1930, el Club Alpino Canario realiza una excursión al

Roque Nublo. Nos cuentan en la prensa local que «la mañana del día 6 estaba llena de interrogantes para los expedicionarios. Nubes densas y desflecadas; viento variable y racheado; termómetro oscilante… Salida alborozada. Recorrido bullicioso. Reina en los excursionistas una especie de agresividad contra la alteración del paisaje, triste y corto al paso de las nubes. Llegamos a «El Portillo»—lugar de iniciar nuestra marcha—, y nos damos con la sorpresa de que los muleros alquilados para el transporte de nuestra impedimenta habían desaparecido con sus reatas. Al fin los hallamos en una venta de Las Lagunetas. Alegan que se habían marchado porque, a la vista del mal tiempo, creyeron que nosotros desistiríamos de nuestros propósitos excursionistas. Así aprecian a «las gentes de la ciudad»».

Prosigue el relato «La marcha a pie por los quebrados senderos de las cumbres es animosa, y el paisaje, cambiante de continuo y siempre grandioso, nos enamora aun sin darnos más muestras de su belleza que la que se ve por las quebradas y picachos que las escotaduras del cielo alumbran de vez en cuando. Al fin llega el momento de escalar las dos mesetas fronteras al Roque y encanta ver el denuedo con que trepan los escalones acantilados, no sólo los jóvenes, sino también las simpáticas alpinistas, avezadas en anteriores excursiones de graduales empeños».

Es la hora y el lugar de almorzar.

Los extranjeros que forman en «nuestra expedición encomian su sorpresa ante el gesto gallardo de nuestras compañeras, que nunca supusieron ellos iras su apariencia de bella delicadeza. Es la Una y media de la tarde, pero, ya la luz se ha trocado en una espesura gris que se mueve en remolinos y nos asalta en frías bocanadas. Sólo apreciamos del gran monolito una sombra inmensa que al contacto de nuestras manos nos transmite impresión de sudor glacial. La temperatura apenas alcanza a los siete grados centígrados, y él vapor acuoso se condensa sobre su fría superficie. El presidente del Club, guía de las excursiones, anuncia que es la hora y el lugar de almorzar, noticia que se acoge con delirantes vivas al Club Alpino Canario, y a Gran Canaria, y que desde luego ¡se ejecuta copiosa y alegremente. Después esperamos en aquel lugar una hora más por si el cielo nos otorga una claridad que ilumine lo que desde allí se atalaya; peyó en vano».

El frío fue intensísimo.

Al regreso y durante el camino de bajada del Roque Nublo nos relatan que «cuando hemos perdido alguna altura en nuestra marcha de retorno el viento comienza a arreciar intensamente. Las nubes galopan sobre nuestras cabezas y bajo nuestros pies; las primeras nos descubren tras sus desgarros radiantes las cúspides señeras de «Los Pechos», «El Ventaiga», y otras que nos podemos identificar en medio de aquel caos de sensaciones; cuando se disgregan las otras, abren a nuestros pies abismos fantasmagóricos; pero ni por un solo instante el deseado «Roque Nublo». El frío es intensísimo, hasta el punto de decir los pastores que hallamos a nuestro paso que éste era el día más frío que habían conocido en el año. El viento ha llegado a ser tan intenso que sólo a grandes voces y a cortas distancias logramos oírnos los unos a los otros. Un instante de reposo relativo nos ofrece el socaire de una casuca ruinosa e inhabitada al iniciar el descenso por la cuesta de «El Molino». Entonces, irónicamente, se ilumina en la lejanía el “Roque Nublo», y cuando precipitadamente comenzamos a desenfundar las máquinas fotográficas, vuelve a hundirse en la oscuridad. La única visión que nos ha otorgado a cambio de tantos esfuerzos ha durado escasos segundos».

En coches o en cabalgaduras

Unos meses antes de la histórica ruta al Roque Nublo, el Club Alpino Canario, realizó otra excursión. Según se reproduce en la prensa local del miércoles 28 de mayo de 1930, el lugar seleccionado fue «a los pinares de Tamadaba por el valle de Agaete regresando por El Lugarejo de Los Berrazales, para el próximo jueves 29, festividad de la Ascensión del Señor. Las tarjetas para tomar parte en esta excursión se hallan a la venta en el local social provisional, (Venegas 6) hasta las 12 del día de la víspera, al precio de tres pesetas, para los señores socios, esposas, padres e hijos; y de cinco para las demás personas que deseen asistir presentadas al efecto por algún socio. La comida queda a cargo del interesado. Los señores que utilicen automóviles propios, están exceptuados del pago de esta cantidad. Las señoras y señores que deseen utilizar cabalgaduras deberán avisarlo antes del día de la víspera. Se ruega la asistencia puntual a la hora señalada para la salida».

Finalizamos esta colección de artículos dedicados al Club Alpino Canario, en conexión directa con el Club Alpino Español. Ambas organizaciones impulsoras del excursionismo de montaña en los albores del siglo XX. Desconocemos si hubo iniciativas –organizadas- antes de los años 1929-1930. Probablemente. Sin embargo, dejamos la puerta abierta a futuras investigaciones históricas sobre esta temática y del asociacionismo vinculado con la naturaleza, la montaña y la isla de Gran Canaria.

Cómo citar este artículo de autor ©: MONZÓN SANTANA, ÁLVARO J., extracto del blog «ventana verde» del C7 y de su libro Descubriendo Gran Canaria. Telde, 20 de abril de 2019 con la colaboración de Manuel Sancho Soriano.

 

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