No tengo el placer de conocer al Alcalde de Santander, Íñigo de la Serna, pero leyendo su artículo sobre la RED ESPAÑOLA DE CIUDADES INTELIGENTES (RECI) creo que, a partir de ahora, le voy a seguir la pista.
Me ha llegado un texto de su puño y letra que une las nuevas tecnologías de la información con la preservación del medio ambiente. Está bien estas conclusiones y, sobre todo, me gusta que su «apostolado» cale en el resto de ciudades y pueblos de España.
Por ahora, tan solo cuatro municipios de Canarias (de 88) se han integrado en la Red Española.
A saber, Las Palmas de Gran Canaria y San Bartolomé de Tirajana por la provincia de Las Palmas; y Santa Cruz de Tenerife y La Laguna por la provincia de S/C de TF.
Según él, las ciudades son el foco de gran parte de las emisiones de gases de efecto invernadero que se producen y, por tanto, el papel de las administraciones locales es fundamental cuando se trata de disminuir estas emisiones y de paliar sus consecuencias.
Los ayuntamientos, al igual que el resto de poderes públicos, tienen que implicarse al máximo en la preservación del medio ambiente y en la lucha contra el cambio climático. Y, de hecho, así se está haciendo. Por medio del Pacto de Alcaldes, nos hemos propuesto superar el objetivo de la Unión Europea de reducir en un 20 % las emisiones de CO2 antes de 2020.
También el Foro de Alcaldes de Europa, América Latina y Caribe se ha comprometido a avanzar en la descarbonización, promover las energías renovables y aprobar planes de acción climática en cada uno de sus territorios.
LA RED ESPAÑOLA DE CIUDADES INTELIGENTES (RECI)
El medio ambiente y la tecnología no solo no están reñidos, sino que se encuentran íntimamente ligados en la smart city.
La innovación tecnológica tiene, en el área ambiental, un amplio campo de trabajo y puede aportar numerosos beneficios de cara a preservar las condiciones naturales de nuestros territorios y también en la lucha contra el cambio climático.
La Red Española de Ciudades Inteligentes (RECI) está tratando de realizar su propia aportación en este proceso. La RECI nació en el año 2012, en un momento en el que muchos municipios españoles ni siquiera se planteaban que podían convertirse en smart cities ni los beneficios que puede conllevar esa apuesta por la innovación tecnológica para la ciudad, los ciudadanos y también para impulsar el tejido productivo y para retener el talento de investigadores y profesionales ligados a este sector.
La filosofía de la Red, que está formada, a día de hoy, por 75 ciudades, es la de compartir experiencias, poner en común lo que cada uno de sus miembros ha avanzado como smart city, para que los demás puedan aprovechar ese camino andado y ahorrar así tiempo y recursos económicos, mejorando al mismo tiempo la eficiencia de los servicios públicos que se prestan a los ciudadanos. En definitiva, crear sinergias de las que todos salgan beneficiados.
La Coruña, Albacete, Alcalá de Henares, Alcobendas, Alcorcón, Algeciras, Alicante, Almería, Alzira, Aranjuez, Arganda del Rey, Ávila, Badajoz, Barcelona, Benidorm, Burgos, Cáceres, Castellón, Ciudad Real, Collado-Villalba, Córdoba, Cuenca, Guadalajara, Granada, El Puerto de Santa María, Elche, Estepona, Fuengirola, Getafe, Gijón, Hospitalet de Llobregat, Huelva, Jaén, Las Palmas de Gran Canaria, León, Logroño, Lorca, Lugo, Huesca, Madrid, Majadahonda, Málaga, Marbella, Mérida, Molina de Segura, Móstoles, Motril, Murcia, Oviedo, Palencia, Palma de Mallorca, Pamplona, Paterna, Ponferrada, Pozuelo de Alarcón, Rivas Vaciamadrid, Sabadell, Salamanca, San Bartolomé de Tirajana, San Cristóbal de La Laguna, Sant Cugat, Santa Cruz de Tenerife, Santander, Santiago de Compostela, Segovia, Sevilla, Tarragona, Toledo, Torrejón de Ardoz, Torrent, Valencia, Valladolid, Vigo, Vitoria y Zaragoza son las ciudades que se han embarcado, hasta ahora, en esta apasionante aventura.
APUESTA POR LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
Hay que apostar, además, por las nuevas tecnologías para transformar nuestras ciudades y regiones y hay que profundizar en la importancia de la cooperación, de forma descentralizada, y de generar vías de colaboración entre los municipios de los diferentes países de Europa.
Volviendo al proceso que lleva a la smart city, la construcción de una ciudad inteligente es, en realidad, la construcción de una nueva forma de comprender la ciudad y gestionarla. No hay ciudades inteligentes. No existen aún. Lo que existen son ciudades que aspiran, trabajan, orientan su modelo de desarrollo y sus prioridades para tratar, en el futuro, de convertirse en una ciudad inteligente. Por eso, uno de los principales retos a los que se enfrentan las ciudades es el de construir un nuevo modelo de gestión urbana basado en la tecnología. Este proceso de construcción de la ciudad inteligente se desarrolla en 4 fases: la del despliegue de las infraestructuras, la creación de una plataforma de gestión integrada de los servicios, la implementación de la inteligencia reactiva y la de la inteligencia predictiva.
El despliegue de tecnología en los servicios urbanos (sensores que indican el nivel de llenado de los contenedores, datos del consumo de agua en los hogares, situación del tráfico en tiempo real…) es algo que las ciudades ya están haciendo, por lo tanto, el objetivo es seguir profundizando en este proceso.
La segunda fase es la construcción de la plataforma de gestión integrada de los servicios, lo que constituirá el ‘cerebro’ de la ciudad, que permitirá visualizar los servicios de forma conjunta y tomar decisiones en un servicio en función de lo que vemos que puede estar sucediendo en otros. Pocas ciudades están implantando ya esta plataforma, que debe tener «neuronas», algoritmos que hagan que cuando en un servicio ocurre algo, los otros reaccionen de una determinada manera, lo que constituye su inteligencia reactiva.
Un ejemplo de ello es que, si se produce un hundimiento de la calzada, se puedan activar automáticamente los mecanismos que cambien los semáforos, se dé aviso a los vecinos, se incremente la iluminación o se desvíe el transporte urbano. La inteligencia predictiva se alcanzará cuando los miles de datos que reciba la plataforma se puedan cruzar para conocer los hábitos y comportamientos, de manera que se puedan establecer predicciones de lo que va a suceder y que la ciudad pueda prepararse, consiguiendo, de esta manera, que funcione mejor y sea más eficiente. Solo cuando exista un grado de madurez alto en esta cuarta fase podremos hablar de ciudad inteligente. Desde el punto de vista político, el avance de la smart city es un proceso que necesita liderazgo y acciones que ayuden a establecer las condiciones de contorno para facilitar un ecosistema de cocreación.
El despliegue de sensores, la aplicación de beneficios fiscales para las empresas del sector tecnológico, la eliminación de las trabas burocráticas, la apertura de la información a los ciudadanos, empresas y emprendedores por medio de las plataformas de Open Data y la generación de start-up son algunas de las acciones que pueden contribuir a crear ecosistemas y laboratorios urbanos que transformen las ciudades.
Todo ello nos conducirá a una ciudad más eficiente y más sostenible, y nos ayudará a potenciar y reforzar las medidas que se están poniendo en marcha para que las ciudades españolas y europeas cumplan con sus compromisos en relación a la lucha contra el cambio climático y la reducción de emisiones de efecto invernadero a la atmósfera. Porque el medio ambiente y la tecnología se dan la mano en la smart city.
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