No todos los dirigentes tienen las agallas para tomar decisiones que los pongan en la picota de la Historia, sobre todo si esas decisiones son consecuencia de un discurso errático sobrevenido que ya no saben cómo explicar. Creo que estamos asistiendo a dos puestas en escena muy parecidas, que han colocado de rebote en el puente de mando de unos proyectos a dos personas que se han visto atrapadas por sus propias palabras, que seguramente nunca pensaron que llegarían tan lejos; me refiero al President de la Generalitat de Cataluña y a la primera ministra del Reino Unido.
Carles Puigdemont formó parte del discurso soberanista que lo puso en la presidencia cuando fue inviable que estuviese Artur Mas. Ahora, la madeja se ha ido liando, y Puigdemont se ve como mascarón de proa de un barco en el que conspiran en la sombra y sin control sus socios de gobierno. Y él, en vista de que Mas le dejó el muerto, la CUP hace la guerra por su cuenta con ideologías frontales a la suya y Oriol Junqueras se mueve sigilosamente vislumbrando el gran sillón autonómico que de otra forma nunca habría alcanzado (grandiosa maniobra la suya), tira por la calle central y anuncia unas elecciones que pretenden ser plebiscitarias pero que le quitarán de encima un gran peso, incluso antes de las urnas, porque puede que ni siquiera sea el candidato.
Por su parte, Theresa May hereda el gobierno británico después de la espantada a la que se vio obligado James Cameron por su torpeza. Y le cayó encima el Brexit, que ahora no parece ser tan hermoso. Ha hecho números y está aterrada. Por eso convoca elecciones; afirma que para reforzarse para las duras negociaciones con Bruselas, pero en realidad lo que está haciendo es un segundo referéndum, porque todos los que dicen que quieren seguir en Europa tienen la oportunidad de revocar esa decisión. Y ella se quita el marrón de encima. Si aun así ganara las elecciones, tendría la lectura de que no es ella sino el pueblo británico el que quiere el Brexit y cree salvar su nombre ante la Historia. Será un desastre, pero un desastre legitimado por dos veces en las urnas.
Por lo tanto, ambas elecciones son huidas hacia adelante, y cuando veo a Puigdemont y a May hablar de la independencia y del Brexit, sus palabras son desafiantes pero sus rostros transmiten miedo. Dan la impresión de que quisieran no estar donde están, y tal vez busquen en esas elecciones la manera de hacerse a un lado. Y es que el juicio de la Historia con mayúsculas da mucho miedo.
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