La relación entre la censura y el miedo

Hay días en los que crees despertarse en un planeta de ficción con códigos distintos a los nuestros, o en este mismo pero un par o siete siglos atrás. Llama la atención escuchar a la Vicepresidenta del Gobierno en funciones (¿en funciones de qué?) decir sin despeinarse que es necesario “limitar la libertad de expresión en aras de un bien superior que es la democracia”. No entiendo cómo casan los diferentes estadios de esta frase que pretende ser lapidaria, y lo es, porque es una pedrada a uno de los pilares de la verdadera democracia, que nunca es tal si no existe la plena libertad de expresión.

Luego vienen las explicaciones de los matices, que al final vienen a desembocar todos a la vieja frase tan usada en tiempos de dictadura, “una cosa es la libertad y otra el libertinaje”.  Con argumentos cada cual más peregrino tratan de ingeniárselas para que no exista esa libertad de expresión que es posiblemente la columna más necesaria de lo que entendemos por democracia contemporánea, aunque esa idea tan recia viene nada menos que de un tal François-Marie Arouet, que firmaba sus escritos como Voltaire, quien dejó sentencias como esta: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”. Creo que será mejor que no intentemos poner en una balanza esta frase de Voltaire con el contrapeso de la pronunciada por doña Carmen Calvo, cuyo argumento principal es que ya se lo están planteando en Reino Unido, Alemania, Francia e Italia, como si Boris Johnson o Salvini fuesen ejemplo de algo (tampoco en París o Berlín atan los perros con longanizas).

Ya hemos tenido un “adelanto” de estas ideas con la llamada Ley Mordaza, que no veo yo que haya mucha prisa en corregir, con titiriteros, raperos o dibujantes ante los tribunales de justicia. La censura y la precaución ante los rechazos públicos hacen que quienes tienen una responsabilidad pública tomen decisiones que provienen del miedo. Eso ha ocurrido esta semana cuando retiraron de una sala de exposiciones del aeropuerto conejero una pintura realizada por una alumna de la Escuela de Arte Pancho Lasso. La temática de la exposición se basaba en colocar en distintos lugares de Lanzarote a personajes de un cómic muy conocido, y la alumna pintó a Arzack con la playa de Arrieta al fondo. El “problema” fue que el personaje aparece desnudo, y eso ha levantado las iras de las mentes de orden, que no han dudado en llenar de protestas el libro en el que se opinaba sobre la exposición. Esas protestas son legítimas, es libertad de expresión, pero lo que no es de recibo es que, no sé si Aena o la propia Escuela, retiren la obra, aunque si sé por qué, por miedo. Porque supongo que ya habían visto la obra cuando escogieron los cuadros y nada raro encontrarían cuando colgaron este como uno más.

Decía el poeta argentino Buenaventura Luna en sus populares Sentencias del Tata Viejo: “Debe saber el mortal, / en ocasión de un ‘enriedo’, / no tenerle miedo al miedo, / que más miedo le va a dar”. Y vivimos atemorizados por el incendio que puede propagarse en las redes sociales por cualquier palabra o pensamiento. Ya no se trata solamente de lo políticamente incorrecto, es que no hay opción al debate, porque cada cual piensa de una forma y todo lo que no sea exactamente eso desencadena de inmediato la descalificación, el insulto y, en muchos casos, la marginación. Ya no es solo que los poderes establecidos traten de encarrilar las opiniones a su gusto, es que estamos en una feria en la que se hace imposible el debate. Y sin debate nunca hay conclusiones.

Luego están quienes atacan a saco pero tiene la piel muy fina apenas se les roce. Lo vemos a diario cuando algunos jerarcas de la iglesia dicen cosas terribles sobre quienes ellos creen enviados de Lucifer solo porque tienen opciones personales distintas, pero inmediatamente exigen respeto para sus creencias, que por lo visto son intocables mientras ellos bombardean las de los demás. Y lo terrible es que hay leyes inconcebibles en un estado democrático que los protegen y que pueden “castigar” a quienes crucen esa línea que ellos atraviesan a diario. Un ejemplo lo tenemos en lo que le ocurrió el año 2017 a la Drag Shetlas en el Carnaval de Las Palmas. Debo decir ahora que esa actuación me pareció de muy mal gusto, pero es solo mi opinión, pero, siguiendo la máxima de Voltaire, defiendo el derecho a realizarla, porque mi gusto personal no es la medida de nada. Así que, habrá que empezar a perder ese miedo del que habla Buenaventura Luna. Seguramente, antes de que terminemos la frase, alguien nos llamará separatista, fascista o antisistema, y nos tildará de machista gente que cree que el feminismo surgió hace dos años con el movimiento #MeToo. Cuando veo que en España dicen estar aplicando el feminismo personas como Cristina Pedroche y se ponen en solfa trayectorias como las de Lidia Falcón, me pregunto si hemos perdido la capacidad de pensar.

Y no puedo dejar pasar  para deplorarlo el desprecio de fuerzas políticas como Vox (y el PP y Cs que les bailan el agua) hacia el sufrimiento de la mujer, la desigualdad y sobre todo a esa salvajada que es la violencia machista. Si aplicar lo de “la maté porque era mía” nos parece un delirio, el colmo de la crueldad es asesinar a niños para causar dolor a sus madres. Ni a Shakespeare se le ocurriría un personaje con semejante maldad. Y precisamente porque habrá que llegar a la raíz del problema tenemos que perder el miedo a decir lo que pensamos; se habla demasiado de tonterías y muy poco de lo importante, que es el derecho a una vida igualitaria de todas las mujeres. Alcanzar o mantener derechos fundamentales pasa por usar uno que es faro de todos los demás: la libertad de expresión.

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