Conversaciones en la calle La Peregrina

Una noticia curiosa leída en la prensa me ha traído a la memoria al recientemente desaparecido José Miguel Alzola, un hombre excepcional del que personalmente tengo un recuerdo magnífico, y a cuyo trabajo de investigación le debemos mucho de lo que hoy sabemos de nuestra historia, y especialmente del arte sacro, que en Canarias es un espejo de cada momento histórico. La noticia a que me refiero es que en la restauración de una imagen de Santa Lucía de una capilla sevillana, debajo de varias capas de pintura y arreglos diversos, zzzperegrina.JPGlos restauradores han descubierto que en realidad se trata de un San Juan Evangelista del siglo XVII, obra de un imaginero renombrado y que concuerda con las actas consultadas y que despreciaron quienes manipularon la imagen para adaptarla a sus pretensiones. En Canarias, aparte de obras bien reconocidas de artistas canarios de la talla de Luján Pérez o Estévez, hay pinturas e imagineria de diversa procedencia, la mayor parte de ellas perfectamente documentadas, obras de arte flamenco, barrocas de la escuela sevillana y hasta una joya por su rareza como el Cristo de Telde, hecho en México con pasta de millo en el siglo XVI, siguiendo la costumbre de los indios tarascos de Michoacán. Luego hay otras imágenes muy curiosas, porque cuando un patricio viajaba a La Península o a Europa y quería comprar una imagen del patrón de su pueblo, si el santo era, por ejemplo, San Agustin, iba a un taller y compraba un obispo, aunque en realidad el tal obispo fuese San Isidoro, San Nicolás, San Genaro o San Lázaro. O que en una parroquia en la que celebraban a San Miguel, teniendo solo un viejo cuadro del arcángel, idearon añadir a un ángel de la guarda una espada dorada de madera y un animal muerto a sus pies, y así quedó establecido que era un San Miguel. Hay más casos, a cual más pintoresco. Estas imágenes siguen ahí, algunas muy arraigadas en el sentir popular. No teniendo estas imágenes estimable valor artístico y sí mucho valor simbólico para mucha gente, el gran historiador pensó que contar los que sabía de buena fuente podría herir innecesariamente a muchas personas. Y si él no lo contó, yo tampoco lo haré, pero al leer esta noticia sevillana, me han venido a la memoria horas de amena, instructiva y divertida conversación con un sabio como don José Miguel Alzola en su despacho de la calle La Peregrina.

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