Malala y el fanatismo

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Las religiones utilizadas como instrumentos de dominación han sido siempre fuente de intolerancia. Ha pasado con todas, y cuando estamos en el siglo XXI, 50 años después del Concilio Vaticano II, recordamos los cambios de actitud de Roma, que sigue pareciendo antigua, pero que en 1962 dio un salto, porque lo que había antes era pura inquisición. En las religiones todo es muy lento, aunque esto parece lógico en instituciones que manejan la eternidad. Y me pregunto si el islam violento y fanático que ha disparado a Malala, la niña pakistaní cuyo único pecado es querer ir a la escuela, bebe en el mismo libro sagrado que el de la Córdoba de Abderramán III, ejemplo de tolerancia y convivencia, a quien le debemos haber servido de puente con nuestra antigüedad clásica. Da escalofríos escuchar a los agresores de Malala diciendo que aunque salga curada del hospital volverán a atentar contra ella. Esa fijación me estremece, porque sé que hay un islam que ha leído de otra forma las suras del Profeta. La vida es un bien único, pero poca racionalidad puede pedirse sobre la vida de los otros a quienes están dispuestos a inmolarse. Ojalá alguna vez el ecumenismo y el respeto que impulsó Juan XXIII en el Vaticano II tenga reflejo en las otras religiones monoteístas y siga avanzado en la católica, porque también hay que decir que Pablo VI y sobre todo Juan Pablo II no fueron muy entusiastas con los nuevos aires surgidos del Concilio.

Un comentario en “Malala y el fanatismo”

  1. No te eches fuera del plato.
    Los obispos son angelitos de la guarda frente a estos bestias del islam.
    No viene a cuento en un caso de estos echar pa’fuera resquemores de otros tiempos.
    Juan Pablo II cerró las puertas que Juan XXIII abrió. Quienes salieron perdiendo fueron ellos, a mí me importa un carajo.
    Pero lo que hacen estos cerdos nos hace perder a todos.
    Y eso sí que me importa, amigo.

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